20 de septiembre de 1989

EGIPTO: VISITA A LAS PIRAMIDES DE GIZAH



Hoy por la mañana nos levantamos a las cinco y media para poder coger el autobús local que nos llevaba al pie de las pirámides de Gizah, las más famosas del mundo y qu todos hemos sabido de su existencia desde que éramos niños.























Fue complicado encontrarlo ya que desconocíamos el idioma árabe y no habia ninguna señal en inglés.






















Cuando empezaba a ponerme nerviosa porque nadie nos entendía con nuestras pocas palabras en árabe, un señor muy amable qe hablaba francés nos indicó cual era el que debíamos coger. El tráfico en Cairo es desorbitante y se conduce de forma alocada pero con cierto orden dentro del desorden.





El vehículo era un minibús de ocho personas para llevar a los obreros pues salian muy temprano de casa con el almuerzo preparado. La persona que iba a mi lado no le hacía ni pizca de gracia que una turista como yo se entrometiera en su intimidad. El hombre, con cara enfurruñada comía un bocadillo que despedía un sabor a ajo y dejó la furgoneta impregnada del aroma, a la vez que replicaba a sus compañeros el porqué nos habían dejado subir. Sin necesidad de entender el idioma esto fue lo que intuí de ese hombre malhumorado. En parte era comprensible.Yo iba a su lado casi sin respirar para no molestarlo. A medio camino se bajó y descansamos del momento de tensión.




Al final del trayecto, el conductor nos dijo que ya podíamos bajar, le pregunté si era el lugar correcto y me señaló con el dedo que mirara hacia el otro lado y ante mi apareció la gran sorpresa, allí se encontraba una de las tres pirámides. Majestuosa ante mi, no me podía creer lo que estaba viendo y bajé del minibús con entusiasmo y despidiendome del conductor que me sonrió al darse cuenta de mi asombro...




Eran las siete de la mañana cuando llegamos los primeros y nos abrieron las puertas. Les dijimos tajantemente que no necesitábamos guía ante la insistencia tan acentuada de los vigilantes de la entrada (tengo que decir que los árabes que se dedican al turismo suelen ser un poco pesados) y por fin pudimos disfrutar solos durante tres horas de la belleza del lugar.



























Estábamos en medio del desierto, no te imaginas que las pirámides puedan estar enclavadas en la misma ciudad. Empezamos a hacer fotos del lugar sin que nadie nos molestara, nos adentramos en una de ellas, la pirámide de Keops que es la más grande, pero sabiendo que dentro no encontraríamos ningún tesoro, pues están vacías.

 

Lo interesante es poder recorrer la mayoría de pasadizos que llevan a las cámaras con subidas y bajadas laberínticas y sin que la emoción en el cuerpo nos abandonara.La esfinge de Gizah estaba siendo restaurada por lo que no fue posible hacerle una buena foto pero pudimos comprobar que su cara estaba erosionada por el viento tal y como nos explicaban en la escuela en nuestros años de estudiante. De todas formas, nos impresionó su figura, parecía una vigilante del desierto.





















Al salir, un camellero nos perseguía para podernos hacer la foto de rigor con sus dromedarios engalanados. Accedimos a ello, y entre subida y bajada del animal, aprovechó para tocarme las piernas ya que las llevaba descubiertas por una corta falda pantalón. Que ignorancia la mia, enseguida descubrí mi error por vestir con falda-pantalón corta.También nos predijo el futuro, nos dijo que estariamos toda la vida juntos y tendríamos dos hijos. Nosotros nos reímos, sobretodo por lo segundo.