10 de marzo de 2011

LESOTO: EN EL PAIS DE LOS HOMBRES MANTA

Fecha del viaje: Octubre 2010
Extracto de Mi Diario de Viajes:

Viajamos en 4x4 con Sotiris, un experto guía de origen griego dueño de una de las pocas agencias que existen en Durban. Sotiris, afincado en Sudáfrica desde hace más de veintisiete años organiza junto a su hijo, Christos nacido en Sudáfrica y Zamani, un zulú de lo más dulce y tranquilo, las excursiones a diferentes puntos de Sudáfrica y Lesoto.


El Sani Pass es un puerto de montaña que forma parte de la cadena montañosa de los Drakensberg. Pasamos la carretera de pista de 33 kilómetros llena de precipicios donde atravesamos bellos parajes, a veces parece que nos encontramos encima de una bella alfombra verde delicada por sus suaves ondulaciones que contrastan con las salvajes subidas. El camino se vuelve cada vez más escarpado y hay que llevar el 4x4 con un conductor experimentado. Algún turista que vemos se ha de dar la vuelta atrás al intentar subir con un coche normal.


Finalmente llegamos a la frontera sudafricana que se encuentra a unos 1600 metros sobre el nivel del mar. Vemos a los funcionarios en su momento de descanso. Sotiris les lleva el periódico del día.


Atravesando zona de tierra de nadie, un poco más arriba aparece la caseta de la frontera de Lesoto que más bien se asemeja a una barraca. Aquí el paisaje ya se convierte en hostil y pedregoso.


El funcionario que nos ve llegar nos pone impedimento para pasar informándonos que tenemos que pagar visado y que son 70 euros por cabeza, porque en su lista “Spain” no aparece como país comunitario. Dejamos a Sotiris su buen hacer y experiencia y finalmente el funcionario nos deja pasar sellándonos el pasaporte. Menos mal porque menudo pollo les hubiera montado si no nos hubieran dejado pasar pues no estábamos dispuestos a pagar. Pero ya sabemos que en los países más pobres la corrupción y la mafia se encuentran a la orden del día.





Lesoto es llamado popularmente “el país de los hombres manta” porque éstos siempre van abrigados hasta el cuello con mantas del país para combatir las duras temperaturas de las altas montañas donde el frío y el hambre sigue haciendo mella en las gentes que malviven en estas tierras áridas. Muchos de ellos emigran a Sudáfrica para trabajar en sus minas. Los basotos tienen como idioma oficial el inglés y el sesoto, pero también hablan el isizulú y otros dialectos tribales.


Subimos el último tramo de 11 kilómetros con pendiente de 1200 metros más para llegar al primer poblado y avistar tierra plana. Más bien da la sensación de llegar a la luna por lo inhóspito del lugar pues apenas hay casas ni vegetación. Sotiris nos lleva a un poblado cercano donde les llevaremos fideos, arroz y para los más pequeños chupa-chups que saborean con fruición.





Nos dan las gracias y al ver donde viven y en las conciones en que se encuentran me siento mal por no haberles llevado más cosas, pero ellos, en su digna humildad nos dejan ver sus casas y nos permiten jugar con los niños. El abuelo de la familia nos da a probar pan que está cociendo fuera en un hornillo.



¿Por qué la vida es tan injusta con unos y tan generosa con otros? Cuando te encuentras con personas que no poseen recursos y malviven con el frío y las enfermedades, uno se plantea  lo privilegiados que somos pero nuestra inconsciencia nos lleva  a veces a  no saber valorar lo que tenemos, incluso poseemos cosas materiales innecesarias.



Las familias que visitamos viven en casas construidas de ladrillo como algunas de las casas de Sudáfrica tipo “Rondaveel” de forma redonda de una sola estancia. Apenas hay muebles, solo una camita donde duerme la familia con los niños y una pequeña vitrina como despensa. Viven de las cuatro ovejas que poseen y cuando les falta comida no me extrañaria que hicieran ratas asadas porque haberlas las hay y muchas. Aquí, en esta zona no hay médico ni colegios, tampoco luz ni agua. No hay nada peor que la pobreza con frío. Es una vida dura y hostil.


Pero Lesoto tiene unos paisajes indescriptibles en belleza a pesar de la pobreza que acecha en casi todo el país y como siempre sus gentes son agradecidas compartiendo lo poco que tienen con el viajero. Una vez más recibimos una lección de humanidad.