5 de noviembre de 2013

MACEDONIA: LOS PUEBLOS DE LA REGION DEL MARIOVO

Fecha del Viaje: Abril 2013
Extracto de Mi Diario de Viajes:

…Cuenta la leyenda que en la región del Mariovo, un príncipe turco se enamoró de una chica cristiana ortodoxa pero al comprometerse con ella, ésta le dijo que se casaría con la condición de no construir ninguna mezquita en los alrededores. Por lo tanto, al suicidarse con una daga por tener al pueblo en contra, el emir turco cumplió su promesa ordenando no construir ninguna mezquita en honor a su amada muerta…


La recepcionista del hotel de Bitola nos presenta a Jovan, el guia-taxista que se conoce como la palma de su mano toda la región. Tiene un semblante relajado y agradable.

Estamos en ruta y a pesar de que el tiempo no acompaña, nos sentimos entusiasmados por el paisaje que vamos percibiendo a lo largo del recorrido. El pueblo más lejano se encuentra tan solo a unos 60 km pero casi a mitad de camino el asfalto se convierte en pista y la conducción se hace más difícil.


Paramos de vez en cuando para hacer fotos, algún que otro perro nos viene a olisquear a modo de saludo, son los guardianes de los pueblos fantasma de la zona, pues apenas se encuentran habitados.


Dejamos aparcado el taxi y caminamos un poco. Jovan nos quiere mostrar la planta con la que se hace el raki, un aguardiente típico. Viene corriendo con un ramo para que pueda oler su suave aroma y para que me la lleve de recuerdo. La flor es preciosa, blanca tirando a rosada. Parece mentira que de esta delicada flor pueda extraerse el raki, de sabor fuerte parecido al orujo.  Agradezco el detalle a Jovan, que es una persona de semblante joven, felizmente casado con dos hijos y con una mujer que dice llevar los pantalones en casa porque gana más que él, nos comenta riéndose.

Finalmente llegamos a Gradesnika, en un tramo final de montaña rusa. Al principio del pueblo se encuentra el bar donde vemos a cuatro hombres bebiendo y pegado al este, la famosa iglesia de madera de Sant Nikklas. Jovan pide las llaves para  poder entrar.



Nos adentramos en ella y podemos apreciar los frescos que se encuentran en esta pequeña pero bonita iglesia. Lo curioso de ellos es que en su mayoría son pasajes y reminiscencias del demonio.

Subimos por una pequeña escalera de madera y compruebo que en lo alto de la nave se encuentra lo que andaba buscando, la del demonio defecando sobre los santos, que un amigo nuestro nos recomendó no perdernos. Y valió la pena realmente llegar hasta aquí y comprobar que el demonio también existe en el cielo…es de alucine!



Jovan nos comenta que los frescos que hay en la segunda planta no son tan antiguos y que fueron pintados por la gente popular. Lo sorprendente es que se permitiera en la iglesia pintar demonios y de la forma en la que los estamos viendo.

Recorremos todo el pueblo, ubicado en una preciosa ladera en el que tan sólo viven unos veinte habitantes, las casas son muy antiguas de piedra y madera, no disponen de agua corriente. En otra de las casas en su exterior vemos jabón confeccionado con aceite. Sirve para lavar la ropa y también lo utilizan para lavarse.



En otra de las casas hay un horno incorporado que tiene más años de Matusalén y a día de hoy lo siguen utilizando para hornear el pan. El dueño de la casa sale a recibirnos y su hija se enconde timidamente al vernos llegar. Es escandalosamente rubia y con ojos azules. En otra apreciamos una estantería con cascos y otros artilugios de la Segunda Guerra Mundial.

La gente joven ha marchado a Bitola, Prilep y Skopje, la capital. Por lo tanto sólo queda la gente mayor de 60 para arriba, aunque algún fin de semana o en verano se duplica a cuarenta habitantes.

Por el valle se encuentran esparcidas varias ermitas que están protegidas con verjas de hierro, incluso algunas de ellas llevan cerrojos turcos pero permanecen abiertas y van apareciendo a lo largo del curso del río. Junto a ellas hay unas cuantas tumbas. Desde aquí se divisa una vista del pueblo preciosa. El invierno debe ser duro aquí, pues hasta media mañana no ha desaparecido la neblina y hace frío.



Volviendo hacia el bar, nos invitan a pasar y tomamos unas cervezas con los cuatro hombres que vimos antes. Dos horas después seguían bebiendo sentados en el mismo sitio. El hombre más mayor, de aspecto místico, parece un personaje sacado de la biblia, y es el que observa, el más callado, nos estudia. Al cabo de un buen rato se une a la conversación y me enseña orgulloso las fotografías antiguas que hay expuestas en las paredes del bar que datan de 1939. Son fotos en blanco y negro de los lugareños, cuando entonces se encontraba más habitado y en donde aparecen con trajes típicos celebrando las fiestas. Unas fotografías dignas de una exposición de museo.


Al fondo del bar veo un póster de una chica en top less con tanga en posición sexy e indico a Jovan que les pregunte si esa foto también forma parte de la vestimenta típica del pueblo, a lo que al unisono se rien a carcajadas y brindamos…

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