13 de mayo de 2002

SIRIA : LAS TORRES FUNERARIAS DE PALMIRA

 

Esta mañana nos levantamos temprano para aprovechar el fresco. Imad nos preparó un buen desayuno con pan, mermelada, mantequilla huevo duro, aceitunas y queso, acompañado de té.



A eso de las 8 de la mañana nos dirigimos hacia el museo para comprar las entradas de las torres funerarias que incluía un traslado en mini bus que te llevaba hasta allí. Sólo estaban abiertas a unas horas concretas y te abrían con una llave y las vuelven a cerrar una vez las has visitado.



Este llavero contiene todas las llaves de la zona arqueológica, son las que abren las tumbas aunque en realidad solo hemos podido entrar en dos de ellas, las demás las puedes ver desde fuera pues se mantienen en muy mal estado en su interior. Como era temprano estuvimos solos. Desde la parte superior de las torres se podían apreciar buenas vistas.



Más tarde fuimos a visitar el templo de Bel, el mejor conservado de la zona arqueológica. Aquí también había que pagar entrada pero las demás ruinas se pueden ver libremente. Hemos disfrutado en el templo contemplando las bellas columnas de estilo corintio, que a pesar de ser de estilo greco- romano, me recordaba un poco a los templos vacíos que contemplábamos hace trece años en Egipto. 



En el templo sentíamos la tranquilidad y el sosiego escuchando el dulce canto de los pájaros. El templo de Bel, (para los romanos era el templo de Júpiter) es un lugar bien conservado, valía la pena perderse un buen rato y disfrutar de cada rincón sin apenas turistas.



Muy de vez en cuando venía un pequeño grupo organizado de turistas o algún que otro viajero independiente, apenas notamos su presencia pues el lugar era lo suficientemente grande y hacía que la gente se dispersara. La sensación de encontrarte sólo ante los yacimientos y ruinas de una ciudad antigua que tuvo sus momentos de esplendor, me llenaba de felicidad.



La reina de Tadmor, Zenobia, era una poderosa mujer que estuvo al mando de la ciudad durante varios años. Tenía un gran coraje, hablaba varios idiomas como el arameo, griego y egipcio. Se jactaba de ser descendiente de Cleopatra.



Zenobia solía cabalgar durante horas al frente de su Ejército, vestida de color púrpura y arengaba a las multitudes enfervorizadas. Tenía la piel de porcelana y lindos ojos negros, se decía que ella era la más bella mujer de todo Oriente.



Por la tarde fuimos con el autobús alquilado de la mañana tal como habíamos quedado con el conductor a las 18:00h para dirigirnos hacia el castillo. Ibamos con una pareja de italianos, otra franco-árabe, un japonés y nosotros.



Una vez en la cima nos colocamos en una roca para poder presenciar la puesta de sol. Poco a poco el sol iba bajando, era todo un contraste con un paisaje azulado del cielo y el dorado de la arena y las ruinas al fondo.



En el horizonte se vislumbraba el tono rosado que cada vez se acentuába más con la caída del sol. Eran ruinas que adquirían una tonalidad realmente hermosa.



Al bajar hacia el pueblo, intentamos localizar la agencia que vendía los billetes a Deir Er Zur pero estaba cerrada.



Al preguntarle a un lugareño, nos invitó a entrar en su tienda, el Venus Bazaar. Quería conversar y un poco de compañía pues apenas tenía trabajo, así que ni cortos ni perezosos pasamos a una salita del interior de su tienda y nos preparó una gran tetera con infusión tipo manzanilla y nos invitó a tabaco. Nos quedamos con él más de una hora charlando.

El señor era soltero, el negocio se lo dejó su padre cuando falleció en 1986, sus hermanos trabajaban en Arabia Saudí e Irak y nos enseñó fotos de su amigo cuando visitaron Petra hacía 2 años en invierno.

Nos quedamos sorprendidos al ver que las fotos de Petra eran con nieve, nos comentó que el turismo había bajado en picado desde que ocurrió el atentado de las Torres Gemelas en Nueva York, así que se los comerciantes se mueren de asco vendiendo.

Aparte era temporada baja y los bazares se encontraban vacíos. Nos despedimos agradeciéndole el té y la conversación y nos dio una tarjeta por si necesitábamos cualquier cosa, le dimos las gracias y nos fuimos.



En el hotel nos esperaban para conversar y nos sentamos con ellos para aceptar otra invitación de té. Francisco preguntó si aún conservaban la tradición de la poligamia.

El dueño nos contestó que su abuelo fue la primera familia que se aposentó en Palmira y que estaba al mando de la ciudad y que era muy rico. Incluso llegó a tener siete mujeres y que su abuelo bajó a cuatro y ahora su padre y él se conforman con una mujer cada uno.

Nos dimos las buenas noches pues mañana había que salir hacia Deir er Zur, el lugar más lejano de nuestra ruta por Siria, tocando con la frontera en Irak.


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