4 de marzo de 2020

CABO VERDE : EL VALLE DE PAUL (ILHA DE SANTO ANTAO)

 

El senderismo en Santo Antao es ideal para al que le guste caminar. Hay numerosos senderos y caminos de piedra adoquinada por toda la isla para disfrutar del paisaje a la vez que hacemos algo de  ejercicio.



Recién desayunados en el cómodo Oasis Paul Residencial, nos encaminamos de buena mañana por la calle que sube la montaña para conocer el Valle de Paul. 




La forma más común de hacer la excursión es llegar hasta Cova contratando una camioneta que te lleva hasta la cima de un volcán extinto e iniciar la ruta bordeando el cráter y bajando por un sendero con un desnivel de más de 1000 metros.




Nosotros optamos por subir y llegar hasta algo más allá del pueblo de Passagem. La cuesta al principio es bastante empinada pero vamos caminando poco a poco. El paseo nos encanta pues el valle es un vergel de plantas y se encuentra muy verde parece ser por las últimas lluvias del mes.




Vemos las típicas plantaciones de caña de azúcar de donde se extrae su jugo para hacer el grogue (el típico aguardiente de Cabo Verde) y licores como miel de caña y ponche de miel. La docena de trapiches que se encuentran esparcidos por el valle es lo único que interrumpe  el silencio en este lugar.





A medida que vas subiendo ves a los trabajadores que cargan las cañas de azúcar en la furgoneta para llevarlas a los trapiches donde elaboran los licores con el proceso de destilación. 




Vemos también mujeres que de forma increible  cargan cubos gigantes en la cabeza llenos de verduras y a otras mujeres en sus casas realizando tareas varias del hogar.



Llegamos al pueblo de Eito donde saludamos a unas niñas que van de camino al colegio. Más tarde llegamos a otro poblado Roda Grande. 




Mediante una carretera bastante empinada poco a poco vamos subiendo hasta Boca de Figuereira, donde se encuentran construyendo un hotel que según los lugareños está patrocinado por americanos. Hay obreros trabajando el mortero.



Pasamos por las casas típicas del Valle de Paul  con sus tejados de caña y paredes de piedra encaladas de blanco. Estas construcciones son de la época colonial y convierte el paisaje aún más exótico en medio de tantas flores y plantas.




Hablamos con la Sra. Filomena que cuida las cabras y gallinas que tiene en su estancia, también se ocupa del huerto. Su hermano trabaja en la fábrica del grogue. Nos dice que podía faltar la comida a veces pero que lo más importante era vivir con tranquilidad, con la belleza de la naturaleza del valle, con paz y mucho amor.




Cuando llegamos a la estancia turística de Passagem seguimos hasta Loubinho y desde aquí empieza el trekking a Pico da Cruz hasta el cráter de Cova.  



Volviendo nos encontramos con la casa-museo de un antiguo trapiche y nos dan a probar una degustación de miel de caña y ponche de miel. Pedimos una botella de ponche para disfrutarlo estos días.


Desde aquí podemos apreciar una estupenda vista del valle y las montañas. Y justamente recordamos las palabras de Doña Filomena: que a pesar de las dificultades, viviendo en el valle es posible ser feliz.




2 de marzo de 2020

CABO VERDE : FONTAINHAS Y PONTA DO SOL ( ILHA DE SANTO ANTAO )


Nos sirven un buen desayuno en Casa Tamble en Ponta do Sol con fruta, zumo natural, mermelada casera, café, tortilla francesa con cilantro y pan. 



 
Una vez saciados, cogemos nuestras mochilas pequeñas para hacer una caminata que bordea la costa y que nos llevará a Fontainhas, un pueblo ubicado en plena montaña junto a los acantilados.




Al final del pueblo de Ponta do Sol cogemos la carretera de “pave” como aquí le llaman a la carretera de piedra y una vez ya subiendo aproximándonos a la costa vemos un paisaje sensacional.



Vemos algún lugareño que nos saluda al pasar y mujeres que van cargadas con sus mercancías en sus cabezas, incluso permiten que les hagamos alguna foto. Subimos unos 300 metros. 





Nos encontramos en medio de un paisaje fascinante y de vegetación a medida que vas adentrándote hacia el interior de la montaña, dejando a un lado los acantilados de vértigo.




Llegando hacia Fontainhas vemos bancales donde hombres y mujeres se encuentran trabajando recogiendo la caña de azúcar. También hay plataneros, papayas, un vivo vergel de plantas y verduras sembrados en las escalonadas montañas.




Las casas pintadas de alegres colores resaltan con el verde de la montaña. Llegamos al último tramo  del sendero que baja hacia el pueblo y paseando por las laderas vemos las diminutas casas pero muy acordes con el paisaje.



Los habitantes de la aldea nos observa sentados desde sus casas viéndonos curiosear, son gente modesta y humilde que vive de lo que la agricultura les permite y poco más. 





Comida no les falta pues hay plantaciones  de patatas, batatas, yucas, mangos y otras que desconocemos.



Nos encontramos con la  “Mercearía Díaz” que sirve para hacer una breve parada y tomar un refresco mientras uno admira el paisaje. Más adelante, continuando el camino se encuentran los poblados de  Forminguinhas y Cha da Igreja, en total unos 12,5km de subidas y bajadas.



Volvemos hacia Ponta do Sol pues los pescadores arriban a puerto con sus barcas de colores a primera hora de la tarde. Conforme van llegando, arrastran las barcas entrando por  el antiguo muelle y acercan sus cajas con todo el pescado que lanzan a un barreño de plástico.




Lo seleccionan y colocándolos sobre una piedra plana lo pesan en una antigua balanza regalándonos alguna sonrisa al vernos curiosear.  Vemos que  12kgs de pescado lo venden a 20 euros.



La vida de pescador es dura, se juegan la vida en el mar y luego se les paga muy poco, no es un trabajo valorado pero es lo que han hecho toda su vida pasando el timón de padres a hijos.



Damos un paseo por el pueblo y vemos a los lugareños jugar a las cartas y al “ouril” un juego típico del país que transcurre en una tabla de madera con orificios para poner bolas pequeñas que hacen de fichas.



Vemos algunos graffitis de artistas que se han dedicado a decorar varios muros y casas del pueblo,  también los abuelos y abuelas descansan en sus sillas tomando el sol. 



En Ponta do Sol todo transcurre de forma apacible, un rincón del mundo donde el tiempo pasa  lentamente junto al mar.