27 de febrero de 2021

SUDÁN : LAS DANZAS DE LOS DERVICHES EN OMDURMÁN

 

Era el último día de nuestro viaje y antes de volver a Jartum, paramos en Omdurmán, pues eran las 4 de la tarde y ese día se celebraba la danza de los derviches, una ceremonia de origen sufí. 



Como cada viernes, los derviches sufíes se reúnen en Omdurmán  para intentar acercarse a Alá a través de la danza y el canto hasta que cae la oscuridad. Es el sufismo es una rama mística del Islam.



Los allí presentes empezaron a animar el baile con músicos vestidos en túnicas blancas tocando panderetas y cantando junto al templo y el cementerio. 





Las mujeres daban palmas y emitían pequeños sonidos mientras esperaban expectantes con sus hijos que los danzantes comenzaran el baile. 





Durante el Dhikr, llamado adoración, los bailarines caen regularmente en trance pero esto lo harían más adelante, bien entrada la noche.



De forma espontánea el público nos observaba y sonreía tímidamente al vernos allí entre la muchedumbre. Otros nos preguntaron  de qué país veníamos y si nos gustaba Sudán. 



Poco a poco se iba aglomerando la gente y se animaban unos a otros. Habían santones vestidos de verde con grandes medallones y con rastas que llevaban el incienso embriagando el lugar, esto nos  ayudaba a situarnos más en la escena.



Fue todo un espectáculo que culminó con el final de nuestro viaje, que había sido muy interesante a nivel cultural y humano.


26 de febrero de 2021

SUDÁN : MUSWARAT ES-SUFRA Y EL TEMPLO DE NAQA

 

Esta mañana emprendimos camino de vuelta hacia Jartum, por lo que ha sido un largo viaje, no por ello menos interesante que otros días.



Repostamos gasolina y tomamos un café con jengibre en un chiringuito por el camino. Había unos puestos de fruta donde hemos vuelto a hacer fotos, mientras la señora que nos servía el café también nos puso incienso en las mesas. 




Muswarat es-Sufra es un complejo de templos meroíticos que se remontan al siglo III A.C. El mismo equipo de arqueólogos de Naqa se ocupó de sacarlo a la luz y emergió de las arenas del desierto a partir de 1995. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el 2011.



En el complejo se encontraba el templo de los Leones, de forma rectangular de una sola cámara con pilón y seis columnas. Se hizo construir bajo el mandato del Rey Arnekhamani  dedicado a Apedamak.




Pudimos observar relieves con leones, elefantes, carneros y faraones. Su reconstrucción no estaba muy depurada pero se podía ver en su muro exterior un relieve de Apedamak representado como un Dios de tres cabezas y cuatro brazos. 




Seguidamente fuimos al gran recinto donde se encontraba el Templo del Elefante con varias columnas (unas veinte), pasadizos, grabados  y la escultura de un elefante.




Había un pequeño museo en el exterior con varias piezas que últimamente descubrieron y que posteriormente fueron restauradas.




Proseguimos la ruta para ir hasta Naqa. Ubicado en pleno desierto representaba el yacimiento de rocas más grande del país con dos asombrosos templos muy bien conservados en honor a Amón y Apedamak, así como otros santuarios meroíticos entre los siglos IV A.C y IV D.C., zonas urbanas y varios cementerios.



El templo de Apedamak, reconocido como el templo del León, donde se representaba al rey y a la reina matando esclavos, probablemente invasores del desierto, con la imagen de Dios con la cabeza de león. Sus bajorrelieves eran de una exquisitez absoluta.



Es el mejor ejemplo de arquitectura Kushita de la época, ya que al contrario de las representaciones egipcias, algunos relieves del rey y la reina tienen clara influencia del arte africano con detalles como cabezas redondas, hombros anchos y caderas de la reina inusualmente anchas.



El  edificio del Quiosco romano es un pequeño templo con mezcla de estilos egipcio, romano y griego.






Al otro lado de la planicie, se encontraba el templo de Amón, lugar sagrado fundado por el Rey Nakatanami  y en la entrada principal había numerosas cabezas de carnero en hilera, además de bajorrelieves. 




Dicho templo mide unos 100 metros de largo y había varias estatuas del faraón.




En 1999, el  equipo de arqueólogos encargado de la excavación desde el 1995 descubrió un altar intacto y único tanto en Nubia como en Egipto, con iconografías y jeroglíficos en el santuario interior del rey Nakatamani y su esposa Aminatori. 



La pila del sacrificio se encontraba al final del templo.



25 de febrero de 2021

SUDÁN : LAS PIRÁMIDES DE MEROE

 

Hoy recorrimos 400 kms hasta llegar al bien más preciado del país: las Pirámides de Meroe. Atravesamos el desierto de Bayuda parando en un chiringo pues Razhid tenía que hacer más fotocopias para  los permisos y entregarlas después al  policía que parecía más bien un mendigo pues vestía de paisano.




A medio camino en un chiringuito paramos para tomar café en medio del desierto. Un chaval se ocupaba de llenar el depósito con bidones amarillos de gasolina mientras la gente aprovechaba para tomar un té o café.




Pasamos por Atbara, una ciudad situada en la confluencia de los ríos Nilo y Atbara y finalmente llegamos a Ed-Dames. Nos apeamos en el mercado donde los amables vendedores posaron para las fotos.





Paramos  a comer en un restaurante enfrente del mercado donde nos sirvieron fuul, estofado de patatas y sopa de cebolla con pan de pita. 



De nuevo se formó el revuelo en el comedor con la gente local, nuestra llegada era un evento inusual para los que allí se encontraban y se dejaron hacer fotos y no hacían más que hacernos selfies con sus móviles.



Nos hablaban preguntándonos de donde veníamos y si nos gustaba Sudán. Incluso había un joven vestido de forma tradicional con sable muy elegante y nos presentó a mujer, también muy guapa.



Emprendimos camino hacia la deseada Meroe que se encuentra en pleno desierto. Un complejo que se divide en norte y sur y que acumula más de 250 pirámides. Los hombres que llevaban los camellos formaban parte de este bello paisaje. 



El arqueólogo Ferlini fue el que dinamitó y se llevó gran parte del tesoro de una reina pero tuvo que hacer la barbaridad de cargarse 40 pirámides explotando con dinamita las cimas de cada una de ellas. Para mí es como si uno cometiera un crimen cultural.




Cuando llegamos vimos emerger de una colina las pirámides sobre la dorada arena  cercana al río Nilo. Un lugar único, donde te sentías aislado del mundo pues sólo nos encontrábamos nosotros.



La necrópolis Norte data entre los años 250  y  320 A.C. con 44 tumbas catalogadas. Son los mismos faraones que empezaron a construir en la necrópolis de El-Kurru para después continuar en Karima junto a Jebel Barkal, la montaña sagrada, antes del traslado del Reino de Napata a este lugar y dar paso al período Meroitico.




La ciudad de Meroe ya existía en el año 750 A.C. durante el Reino de Napata, aunque los faraones egipcios hubiesen gobernado durante 7 décadas, pasó a ser centro neurálgico y capital por el saqueo de los vecinos en el 590 A.C.




El trabajo de reconstrucción que se realizó fue muy básica, pero si es cierto que las condiciones de erosión y de “decapitación” ha influido a la hora de hacer un buen trabajo. En el interior habían muchas inscripciones y bonitos relieves. 



En peores condiciones se encontraba la necrópolis Sur con 200 pirámides. Una de ellas era la de Arakamani, el primer rey que gobernó del período meroítico y que se enterró en la ciudad hacia el 260 A.C.




Las dunas doradas del desierto me conmovieron y fueron testigos junto con las pirámides de lo ocurrido en este lugar durante siglos.  


24 de febrero de 2021

SUDÁN : EL KURRU Y LAS PIRÁMIDES DE NURI

 

Temprano nos fuimos desde Karima hacia El Kurru, una necrópolis de los faraones negros o Reino de Kush. Entramos en una cámara subterránea que perteneció al hijo del faraón de Taharqo, Tanutamani.




Un guardián nos abrió las puertas y bajamos con él por unas amplias escaleras hacia el subsuelo y nos llevó hasta la cámara. En su interior se concentraba un calor sofocante.




En la mastaba (construcción funeraria) había frescos originales de varios faraones y animales en alguna de sus paredes que permanecían en perfecto estado a pesar de tener casi 3000 años. 




El techo estaba adornado por estrellas pintadas en  amarillo y rojo un fondo azul claro imitando el cielo.




En sus paredes centrales y laterales se encontraban monos, perros y escarabajos rindiendo culto al sol. 




Fuimos los primeros en entrar y daba la sensación de haber descubierto la necrópolis por primera vez.




Varias tumbas se encontraban cerradas al público y fueron descubiertas en 1917 por George Reisner, un arqueólogo americano. Nuri y El Kurru fueron  declarados Patrimonio de la Humanidad en el año 2003.




Razhid nos llevó al mercado de Karima para conversar con los lugareños. Era un mercado muy  auténtico y colorido pero no tan abigarrado como el que había en Omdurmán, cercano a la capital.




Puestos de fruta y verdura, mujeres ataviadas con  alegres colores, hombres cortando las reses en las carnicerías… El mercado lo atravesaba unas vías de tren que llevaban hasta Port Sudán, en el Mar Rojo.






Un hombre con megáfono en mano nos preguntó de dónde éramos y al decirle nuestro país, vociferó que amaba España y que nos amaba también a nosotros, por lo que toda la gente de alrededor se percató y reían sin parar.



Más tarde fuimos a ver el Nilo que casi siempre nos seguía en nuestro recorrido y nos acercamos a una discreta playa más allá del mercado, desde donde salían pequeñas embarcaciones.




Encontramos una pequeña tienda y compramos una cafetera de barro pintada en negro con adornos en blanco y volvimos hacia el mercado para tomar unos cafés con  jengibre.




Comimos en Marabi y nos fuimos hasta Nuri, una acrópolis de los antiguos faraones negros donde se extendían más de 70 pirámides en bastante buen estado. Era el lugar para alcanzar la inmortalidad, tras la muerte y pertenecieron al reinado de Napata.




La pirámides sobrevivieron a lo largo de los siglos bajo unas condiciones climatológicas adversas entre dos mesetas separadas. El punto más alto era la Pirámide del Faraón Kushita, el que llevó al máximo esplendor en Nubia.




Alrededor de la Pirámide de Tabarqa, de 52 metros de alto había 3 subgrupos donde se enterraron a madres, esposas y otras mujeres de menor rango del Rey, todas ellas descubiertas por George Reisner también en 1917. El entorno que rodea a estas pirámides es único.