14 de septiembre de 2014

COREA DEL SUR: UNA NOCHE EN EL TEMPLO HAEINSA

El autobús nos deja a una distancia de un kilómetro y medio del templo y montaña arriba nos dirigimos por un camino donde hay varios senderos. Pasamos por pequeños ríos y frondoso bosque. Sólo oímos el relajante ruido del riachuelo y los pájaros.
Haeinsa es uno de los templos budistas más bellos de Corea situado en el Monte Kaya entre montañas por lo que se convierte en un lugar mágico. Finalmente subimos por una  escalera empinada y engalanada de banderas donde se encuentra la entrada que preside una gran puerta de madera decorada. El templo fue construido en el año 802 en Gyeongsang del Sur, en Corea del Sur.

Nos dirigimos a la oficina de información. Aquí nos indican a que pabellón debemos ir para hacer el check- in. Junto a nosotros se encuentra un coreano que también va a pernoctar y que de forma curiosa nos mira en la hoja de inscripción del "temple stay" lo que vamos rellenando.



El monje nos hace pasar descalzos y nos sentarnos en el suelo. Nos da un tríptico con las instrucciones y las normas para asistir a las dos ceremonias de los monjes, así como los horarios de las comidas y otros detalles del templo. Nos dice que deberemos dormir separados pues cada uno debe pernoctar con personas del mismo sexo, es uno de los requisitos que hay que aceptar para alojarse.


  
Son las cuatro de la tarde y nos dirigimos a las habitaciones donde dejamos el equipaje. Las habitaciones son amplias y en donde se duerme de forma tradicional, en tarima de madera con "ondol", la calefacción típica que transcurre bajo el suelo.  


Una vez instalados, aprovechamos para visitar el recinto del templo pues lo cierran al público a las cinco y media de la tarde. Ya solo quedamos los que nos alojamos esta noche, somos unas ocho personas.  El lugar es precioso con templos de distintos tamaños diversificados por el enorme recinto.

  
En el Changgyong P'ango, está guardado la Tripitaka Coreana, la más completa colección de textos budistas, con grabados en los 80.000 bloques de madera y protegidos, por lo que se consideró formar parte del Patrimonio de la Humanidad.


En 1592 el templo fue quemado por los japoneses y accidentalmente de nuevo en  1817 en el que milagrosamente, el Tripitaka Coreana sobrevivió. Por tercera vez, el templo escapó de la Segunda Guerra Mundial cuando un piloto surcoreano trabajaba para las Fuerzas Aliadas y se negó a bombardearlo.

 A las 6 menos veinte de la tarde los monjes previamente se han introducido en el comedor y unos quince minutos más tarde lo hacemos nosotros entrando por otra. Hay un bufete donde uno se puede  servir sopa picante de rábano, arroz, encurtidos, tofu, judías verdes, y otras verduras. Comemos en mesas separadas  en silencio observando a los monjes que permanecen impasibles a nuestra presencia. El respeto y la solemnidad se impone en la sala. Las bandejas las devolvemos a los cocineros.

Ya  oscurece y salimos a pasear y aunque disponemos de una hora libre, pues el tiempo disurre rápido, pronto nos llaman con repiques de tambor para presenciar la ceremonia de la noche. Ya ubicados en el templo principal, los monjes van entrando con las manos en forma de oración e inclinando la cabeza.

Cuando han entrado todos los monjes empieza el oratorio. Hay tres budas principales y se encuentran cara a ellos. Los visitantes locales también se encuentran rezando en las esquinas, tres de ellos junto a nosotros que observamos en silencio y atentos.  Sentados todos los monjes en posición de flor de loto empiezan a hacer genuflexiones sin parar sin apenas apoyar las manos al levantarse. Son 108 genuflexiones en total entre cánticos, sonidos de campanillas y repiques de tambor.


Finalmente el monje principal canta y recita con su tablilla hasta que prácticamente queda solo marchando los demás monjes inclinándose hacia el Buda central y uniendo las palmas de las manos sin dar la espalda al salir . La ceremonia dura unos 50 minutos. Es un budismo solemne, el llamado de camino de largo recorrido, basado en las reglas de Confucio. A las tres y media de la madrugada se repite la ceremonia pero aún de forma más solemne.

Descubro un dormitorio vacío donde hay colchonetas así que me proveo de dos, una  para mi compañera de sueños y otra para mi. Después me entero que solo son para que duerman los hombres según un señor que se aloja en la habitación de al lado. No le hago caso y me las llevo. Mi compañera de habitación me lo agradece pues así estaremos un poco más cómodas. A cambio me ofrece unas golosinas y yo comparto con ella unos pastelillos que traigo de judías. Apenas sabe inglés ni yo coreano pero nos entendemos y nos reímos al tener que gesticular a veces.  Tiene un aspecto joven y un rostro que refleja bondad y generosidad. Con las 108 genuflexiones que se ha hecho y sin mostrar apenas cansancio se ha ganado el sambenito de una fiel devota.  Es la primera vez que viene a alojarse aunque ha venido otras veces a visitarlo. Vive en Daegu y mañana, después de desayunar  nos llevará a la estación de autobuses con su coche...