Nos encontramos en Tarrafal. Este mediodía llegamos con el barco desde Sao Vicente, a 50 km de aquí. Es el puerto más importante de la Ilha de Sao Nicolau y una tranquila localidad de pescadores.
Mayormente la población se dedica a la pesca, ganadería y agricultura. La isla ocupa 345 km2 de superficie. Habitan unas 13500 personas y el turismo que recibe es mínimo. El punto más alto es Monte Gordo con 1312 metros.
Nos alojamos en el Hotel Edificio Mágico junto a una bella playa de arena negra pues la isla es de origen volcánico como todo el archipiélago de Cabo Verde. Y algo tiene de mágico ya que desde el porche podemos contemplar toda la bahía.
Don Gabriele, un italiano de Firenze dueño del hotel nos dice que antes de llegar a Sao Nicolau estuvo viajando en el año 2000 por las islas durante seis meses y cuando llegó aquí vio el edificio y lo compró cinco años más tarde, así que lleva 15 años en esta isla dirigiendo el hotel con sus eficientes trabajadoras.
Hoy nos vamos a pasear por la playa y nos dirigimos de nuevo hacia el puerto donde se encuentran todas las barcas de pescadores atracadas en la bahía formando una bella postal. Vemos cubos llenos de pescado y esparcidos por las rocas que lo trasladan para vender al mercado. Incluso los mismos pescadores se llevan a sus casas lo pescado en el día para sus familias.
Hay chicos jugando en la playa al fútbol y uno de ellos, al oírnos hablar en castellano nos dice que él tiene familia en Valencia y en perfecto español nos comenta que estuvo el viviendo durante 30 años en León, incluso hasta tiene acento leonés.
Nos damos cuenta que los caboverdianos son
muy tranquilos y afables, cosa que ya experimentamos hablando con los locales en Sao Vicente pero
aquí son especialmente dulces y tranquilos. Por la tarde suelen pasear y visitar la iglesia de Tarrafal.
Volvemos hacia la playa frente al
alojamiento para darnos un chapuzón. En el agua
encontramos unas pequeñas medusas que confundí con plástico, tiene forma alargada transparente con un punto negro pero un lugareño que se está bañando cerca me dice que son inofensivas. En la arena las vuelvo a ver.
Volviendo al hotel nos damos una buena ducha
y descansamos leyendo y escribiendo en el porche frente a la Praia de Telha.
También llega el francés que se hospeda en nuestro hotel y que viaja con su hija. Nos saluda y empieza a tocar música en su mesa con una especie de tubo enganchado a un teclado y el móvil. Es saxofonista de profesión y las canciones de Edith Piaff y de jazz suenan a gloria.
Cenamos escuchando la música frente a la bahía de pescadores. ¿Qué más se puede pedir? Pues unos chupitos de grogue para finalizar el placentero día.
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