Desde Guadalupe salimos en ferry hacia la isla de Dominica. Es la más joven de las Antillas Menores. Se localiza entre los territorios de ultramar franceses de Guadalupe y Martinica. El idioma oficial es el inglés.
Llegamos a su capital, Roseau y nos dirigimos andando hacia el Saint James Guest House que se encontraba a unos 15 minutos andando de la línea de ferrys.
Era una casa amarilla colonial muy bonita situada en una zona tranquila y muy cerca del centro. La señora que regentaba la guest house nos recibió y nos dijo que pasáramos al jardín pues faltaba un rato para hacer el check in.
Nos trajeron un zumo de fruta a modo de bienvenida y nos fuimos después a cambiar dinero al National Bank.
Una vez colocado el equipaje, fuimos hacia el Jardín Botánico. En realidad era más bien un parque donde la gente se reunía e iba a practicar deporte.
Subimos por el Jack’s Trail donde veíamos brincar a los lugareños subiendo y bajando como si nada las escaleras, haciendo flexiones etc.
El jardín era bonito, salvaje con árboles y plantas por todos sitios.
Incluso había una zona con loros del Amazonas enjaulados. Pero el verdadero pulmón de la isla eran las montañas que rodeaban al parque.
Al día siguiente nos fuimos a visitar las cascadas Trafalgar. Nos dijeron que los minibuses salían del Botanical Garden. Allí se encontraba una chica esperando y al preguntarle nos comentó que ella iba hacia el pueblo de Trafalgar y que de un momento a otro vendría un minivan.
Normalmente salen varias furgonetas desde la central de cruceros pero es exclusivo para los clientes del barco. A los 5 minutos paró un coche que parecía particular y la chica nos dijo que montáramos sin problema. Subimos la montaña y se veía el Parque Nacional Trois Pitons.
Al cabo de unos quince minutos, el conductor nos dejó a pie de las cascadas y al preguntarle cuánto le debíamos nos dijeron que era gratis. Era un vecino de la chica con la que íbamos. Y es que la gente es agradable y te ayuda en lo que puede.
Les dimos las gracias y pagamos en la taquilla dos tickets por €13. Primeramente entramos en el Centro de Información donde se explicaba con detalle la zona volcánica del Valle de Roseau y el parque de Trois Pitons.
Caminamos un trecho de escaleras de unos 20 minutos hacia las cascadas y ya se oía el ruido del agua caer. Hasta aquí llegaban los cruceristas porque era un acceso fácil. Pero cuando llegamos estábamos solos.
¡Qué mirador tan bonito! Las cascadas de agua eran dos principales y les hacían llamar “papá” y “mamá”.
Eran espectaculares. Las cascadas miden más de 70 m de altura y se encuentran separadas entre una roca enorme en el medio. Al cabo de un rato vino un grupo de veinte personas con tres guías, estuvieron unos diez minutos y se fueron.
Nosotros nos quedamos para contemplar la preciosa vista. Las cascadas se encuentran a unos 381 m a 451 m s.n.m. en selva secundaria. En los billetes de 5 dólares caribeños sale impresa la cascada “mamá”, la más alta.
La zona ha quedado tocada pues se generaron varios destrozos por la tormenta tropical Erika: en el 2015 arrasó convirtiendo la zona en desastre natural desde el huracán David.
También en el año 1995 cayó una enorme roca en la cascada "papá" donde justamente había unas piscinas naturales de fácil acceso pero ahora se hace casi imposible llegar hasta allí.
Bajamos hacia la población de Trafalgar andando, que acoge el nombre de la Batalla de Trafalgar, realizada entre franceses e ingleses, fuera de la costa española en 1805.
Desde aquí un minibús nos paró para volver hasta Roseau por 5 dólares caribeños cada uno. Íbamos acompañados con otra pasajera y a los diez minutos el conductor nos dejó cerca del centro.
Fuimos caminando hasta el Museo de Dominica. Preguntamos lo que costaba, eran ocho dólares caribeños así que preferimos pasear por la ciudad.
Justo delante encontramos el Monumento de la Emancipación en conmemoración a todos los africanos que sufrieron la esclavitud en Dominica. Representaba un símbolo de libertad.
Habia edificios de estilo colonial francés, inglés y criollo pintados en colores pastel y alguna otra casa en madera y piedra.
Entramos en el Old Market donde suelen vender todo tipo de souvenirs. Antes albergaba el viejo mercado de la ciudad.
Alguna gente local nos saludaba, se nota que hay poco turismo, a excepción de los cruceros que suelen parar unas horas a lo largo de la jornada.
Dominica se ve auténtica, con sabor caribeño. En el mercado de pescado y la lonja apenas había movimiento, son los viernes el dia de más afluencia.
La Catedral se caía a pedazos, había un letrero con vallas de aluminio para no pasar, la estaban restaurando.
El barco de los cruceristas ya había partido. La ciudad quedó en silencio, tranquila y nos fuimos a cenar.