2 de octubre de 1997

BRASIL : EXPLORANDO EL PANTANAL

 

Estos tres últimos días los pasamos en el Pantanal. La experiencia fue muy buena a pesar de ir con un guía que no era el acordado. Fuimos con un guía joven que se llamaba Djalma y era un poco vago. 



Pero siempre estaba de buen humor y cada noche se empeñaba en hacerme bailar. Yo no le correspondía por habernos tomado el pelo su jefe diciendo que iba a venir él, un guía experimentado según indicaba en la guía Lonely  Planet. 




Insistimos para que viniera a enseñarnos los animales, ya que nos decía fuéramos nosotros que en la misma carretera se veían muchas aves e incluso yacarés en las zonas pantanosas. 



Y era bien cierto pero le contestamos que para eso no hacía falta contratar a un guía para que estuviera descansando en la fazenda.



Dejando los malos rollos a un lado nos gustaron mucho las actividades del segundo y tercer día.




Montamos a caballo para poder ver más animales e hicimos caminatas para ver aves y monos, además de ir a pescar pirañas.



Incluso hicimos una excursión nocturna para ver los ojos de los yacarés en el agua. Sus ojos brillaban en la oscuridad.



El Pantanal es una enorme extensión de humedales más grandes del mundo, ubicado en la región de Mato Grosso en Brasil pero ocupadas en su mayor parte por los ganaderos. Sólo existe un 10% que se puede visitar en libertad, lo demás son todo fazendas privadas.




Pero es el paraíso de los pájaros y las aves en general, el símbolo de esta zona son los tuyuyus” con sus cuellos rojos que hinchan cual globo para atraer a sus novias.





También conocido como jabirú suele medir un metro y medio y con sus alas abiertas un mide unos tres metros de ancho y tienen un pico extremadamente largo.




También vimos garzas, colibríes, capibaras, tucanes, serpientes y hasta un tapir. Hay más de 80 especies diferentes. La zona del Pantanal se extiende también en Paraguay y Bolivia.



El segundo y tercer día fue más animado pues se agregaron más personas: un holandés muy simpático y una pareja de recién casados, inglés él y ella alemana. Vivían en Reino Unido.




La comida en la fazenda era excelente y el alojamiento sencillo y limpio, ubicado en un entorno de verdes praderas y pantanos. 



En la misma fazenda tenían los caballos además de gallinas con sus polluelos por ahí sueltos. 



Uno de esos días montamos a caballo por las cercanías. En un momento dado el guía, el holandés y yo empezamos a trotar dejando a lo lejos a los demás.



Desde la propia fazenda pudimos ver animales que se acercaban como avestruces, iguanas, loros, periquitos y tucanes.



Contactar con los dueños era una gozada pues te explicaban cosas muy interesantes pero la pareja de ingleses solo quería hablar en su propio idioma, eso obligaba al grupo a tener que hablar inglés y nos dio un poco de rabia. Nosotros nos dirigíamos a Djalma en “portuñol”.



La familia donde nos alojamos tiene varias casas en la región del Mato Grosso pero en el Pantanal es donde se encuentran más a gusto.



Fernando, uno de los hijos de la fazenda, nos contó que una vez su hermano venía en moto dentro de su misma propiedad y se le apareció un jaguar y un poco más y se cae de la moto del susto. Aunque son difíciles de ver, vimos huellas que nos enseñó Djalma de un jaguar que pasó por allí la noche anterior.



El paseo en barca y la pesca de las pirañas fue muy divertido. Una de las pirañas que picó casi se la metí en la boca al inglés con el hilo al recogerla por lo que todos rieron. 



Hasta el barquero que se había mostrado en todo momento muy serio se tronchó de risa. Pues ya le estuvo bien por lo estirado que era pero a él no le hizo ninguna gracia.



Se nos había hecho tarde y en el camino de vuelta se nos atascó el coche a medio camino en un barrizal por lo que tuvimos que bajar a empujar hasta quedarnos exhaustos.



Lo que más nos impresionó justo después fue ver un tapir, pasó frente a nuestro coche cruzando la carretera. Se nos había hecho de noche y gracias a los focos del coche pudimos verlo ¡Era muy grande!



Como ese día íbamos cansados después del esfuerzo del coche, Djalma me cogió del cuello de la camisa para que me levantara de inmediato y lo viera ya que le prometí que bailaría con él sí veíamos algún tapir así que mi sueño se cumplió.



De repente, como si de una aparición se tratara, allí se encontraba el animal, medio cebra, medio rinoceronte cruzando la carretera. Según Djalma, era algo muy difícil de ver pues decía que desde hacía seis meses no lo había vuelto a ver.



Esa noche fue mágica. Volvimos al día siguiente hacia Cuiabá y nos despedimos de nuestros compañeros de viaje ya que nos dirigíamos hacia el aeropuerto a coger un vuelo para Salvador de Bahía.