Llevábamos cuatro días en Belice después de viajar por la bella Guatemala. Esa misma noche encontramos debajo de la puerta de la habitación del hotel una nota escrita en inglés donde se ordenaba evacuar de inmediato y salir al día siguiente. Había amenaza de alerta por lo próximo que se encontraba el huracán. En 48 horas se preveía que se acercaría a la zona donde nos hallábamos, en Cayo San Pedro.
El huracán era de fuerza mayor, con nivel cinco, el que causa más calamidades. Al poco de levantarnos, pagamos el hotel y nos dirigimos al aeropuerto para reservar dos billetes en una de las avionetas que salían esa misma mañana. La oficina de Tropic Air, la compañía aérea de la isla, no disponía de billetes. Todo se encontraba colapsado, sólo atendían las reservas del momento por lo que fue imposible obtener asientos para ese día. Reservamos para la mañana siguiente, pero nada más pensar que debíamos estar esperando un día más y con las avionetas abarrotadas, no nos dio la sensación de poder volar seguros. En el aeropuerto, toda la gente dibujaba un cuadro de histeria. Gritaban como locos por irse y los niños no dejaban de llorar, contagiados por el nerviosismo de los adultos.
Volvimos al embarcadero ya que cabía la posibilidad de que vinieran las barcas de salvamento, pero nadie sabía lo que se demorarían, así pues tuvimos que quedarnos allí, en manos del destino, sin saber cuando podríamos salir y el tiempo apremiaba. La mayoría de habitantes de Cayo San Pedro se encontraba en la cola del embarcadero. Durante más de ocho horas, cerca de mil personas estuvimos esperando de pie, en un estrecho muelle de madera sobre el agua. Todos parecían relajados, dando muestras de entereza, a pesar de tener que dejar sus casas sin saber si volverían algún día a ellas ni en que estado las encontrarían.
A lo lejos empezaron a avistarse las barcas y al poco la primera de ellas partió cargada sobre todo de mujeres y niños, como es lógico en estos casos, pero yo quise quedarme. Cuando la tarde languidecía, después de pasar horas de sol, lluvia y tensión, pudimos subir a bordo de lanchas enviadas por el equipo de salvamento de la Marina para llegar a la capital. En el horizonte, donde rompía la barrera de coral, se oía el rumor del oleaje y el azul intenso del mar se transformaba en un color grisáceo que nos hacía respetar el misterio de la madre naturaleza. Sorteábamos las olas agarrándonos fuertemente a la barca. Por fin llegamos a la ciudad de Belice.
Fuimos a un hotel para pasar la noche a resguardo, pero allí nos dijeron que cerraban a causa del huracán. Nos dieron la dirección de un alojamiento estilo beliceño y ahí nos quedamos. Nos encargaron la cena pues llevábamos todo el día sin comer. Allí conocimos a dos tipos muy diferentes: Karl, un inglés afincado en Noruega y Wayne, un neoyorquino que vivía en Río de Janeiro.
Aquella noche, no dejamos de escuchar las noticias sobre el huracán. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de lo que se avecinaba. El tiempo continuaba empeorando y debíamos dejar el hotel sin demora pues éste se encontraba a cincuenta metros del mar y era peligroso quedarnos allí.
Kart pasó la mañana intentando conseguir un taxi. Finalmente partimos en coche hacia el aeropuerto. Al grupo se añadió una americana muy asustada que acabó contagiándonos su inseguridad y que finalmente, logró tomar un vuelo de emergencia para mujeres y niños. Los demás tuvimos que quedarnos en tierra. Nos sentíamos impotentes pues todos los demás vuelos fueron anulados. ¿Qué podíamos hacer?¿Nos íbamos tierra adentro, o nos quedábamos en el aeropuerto esperando a que saliera algún avión, con el riesgo de que nos pillara el huracán? Finalmente, nos quedamos en un hotel cercano al aeropuerto, que a pesar de estar inacabado, sin techo y sin inaugurar, nos aseguraron ser un edificio seguro.
A medida que contemplaba a los obreros clavando maderas en las ventanas de todas las habitaciones, organizábamos los turnos de comida racionando lo que quedaba, y mas tarde, cuando partimos en busca de algunas provisiones, vi con claridad que la vida es frágil, que hoy nos encontramos en este mundo, pero en un instante podemos desaparecer como volutas de humo que se esfuman en el aire sin dejar rastro… Es curioso como el acto de viajar y de enfrentarte a situaciones inesperadas obra el milagro de dejarte ver, con lucidez, cosas que en nuestro entorno cotidiano nunca reflexionamos.
Durante dos días la lluvia fue nuestra compañera. A veces caminábamos hacia el aeropuerto para ver que sucedía por allí. Gentes asustadas yacían sobre colchones en el suelo por lo precario de las casas beliceñas y por el alto índice de criminalidad de la capital. En la ciudad de Belice ya habían comenzado a saquear tiendas y viviendas, haciendo de la ciudad un lugar más peligroso de lo que es habitualmente, pero nosotros, ilusamente, nos sentíamos “a salvo” en aquel edificio inacabado.
Nos reuníamos a menudo para oír las noticias del huracán hasta que la televisión dejó de funcionar y seguimos en contacto con la radio, pero las versiones eran dispares según los canales español o inglés. Llegó un momento en que los beliceños colocaron una gran cruz en la recepción del hotel y empezaron a rezar cada noche frente a ella cantando gospel.
El ron que compartíamos después de cenar, con la música gospel como sonido de fondo, era lo único que lograba endulzar los amargos ratos del día. Pasamos veladas inolvidables, hablando de nuestras vidas, riéndonos con bromas improvisadas, impulsados a quitar hierro al asunto. Una de aquellas noches la radio dejó de funcionar, nos encontramos en un oasis de silencio, solo interrumpido por el sonidos de nuestras propias voces y el golpeteo de la lluvia contra las ventanas. De no ser por la amenaza real que nos atenazaba, habría reservado aquellas noches en la memoria de mis momentos inolvidables.
Gentes de todas culturas y razas componían nuestro pequeño mapamundi en aquella cárcel-oasis temporal: americanos prepotentes, tipos con pinta de mafiosos, hombres de negocios, beliceños adinerados, y algún que otro viajero europeo… Hoy, desde la perspectiva que me confiere el tiempo y la seguridad de mi hogar, puedo decir que casi me dio pena abandonar aquel lugar cuando por fin pudimos salir de Belice a bordo de un avión. A pesar del poco tiempo compartido con nuestros amigos, sentimos que nos separábamos de unos miembros de nuestra familia y aún conservo el olor de la colonia de Kart, su porte endomingado con aquel traje de ejecutivo, y su rostro resplandeciente. Grité como una niña su nombre al darle el último adiós.
La pesadilla había terminado para nosotros aunque no para las miles de víctimas del huracán Mitch que perecieron en los países por los que desfiló como una gigantesca guadaña.
A pesar de aquellos días de preocupación y temor, de dudas, de reflexiones, de convivencia con desconocidos, de comidas racionadas, de lluvia incesante, de saqueos, de incomunicación con el mundo exterior, me queda el sabor del cariño de las personas que conocí, de la camaradería, y de lo importante que es poder compartir con personas, aunque sean extraños, los momentos difíciles. Me sentí extrañamente viva, protegida por una especie de pared mental que me protegió en todo momento y arropada por la gente que conocí, y eso, sin duda, me ayudó a afrontar el caos en medio de tanta incertidumbre. Salí de aquella experiencia feliz de haberla superado, pero sobre todo, me di cuenta de la fuerza que llevamos dentro y de lo importante que es aprender a reír, y agradecer el regalo de los compañeros en los momentos de adversidad, para ahuyentar el miedo.
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Nota posterior: Este relato se publicó en el 2010 tras presentarlo y quedar finalista en el II Concurso Nacional de Relatos de Mujeres Viajeras. Desde aquí mi agradecimiento de nuevo a Pilar Tejera por darme la posibilidad de ver plasmado en papel este relato vivido en primera persona.
Ante todo: BIENVENIDA!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarEl relato es fantástico! Uno siente que está ahí viviendo esta odisea; narrado con seguridad y por momentos con suspenso. Me encantó! Deberías haber ganado el concurso. Yo te hubiera votado a vos!
Un placer que estés de nuevo con nosotr@s!
Te agradezco la visita, querida Mercedes.
BESOTES PRECIOSA Y BUEN FINDE!
Querida Merche, estamos esperando que nos cuentes tu viaje por África. De la aventura de Belice un relato precioso, digno de una gran escritora.
ResponderEliminarSaludos.
Pues creo que a todos nos alegra saber de nuevo de ti y ante todo que estes bien
ResponderEliminarMuy buena la entrada de Belice
un abrazo
Magnifico relato de una vivencia sobrecogedora. Pone la piel de gallina y aún asi levanta el ánimo. Espero entusiasmado tus vivencias por el Africa. Cuidate mucho. Soy el buggs
ResponderEliminarBienvenida querida Aventurer@! Tu relato merecía ganar, la lectura mantiene el suspense.
ResponderEliminarDe buena os librasteis! Tremendo l momento de la cruz en la recepción del hotel y los rezos-cantos gospel.
Sigue manteniendo esa fuerza que llevas dentro. Un besazo!
Yo no me preocupo cuando desapareces, sé que es porque estás viajando, y te imagino en algún lugar estupendo.
ResponderEliminarJoooooooooooooder! Menuda peripecia! Solo empezar a leer el relato me ha enganchado completamente... menudos momentos! En su momento debió ser duro, ahora leido es una de esas experiencias viajeras que nunca se olvidan...
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte merche. Nos ha encantado la entrada!!
Bienvenida al mundo virtual Merche. Es un placer volver a leerte.
ResponderEliminarUn saludo.
Hola Merche, que bueno volver a leer tus relatos. La verdad es que en algún momento si me preocupé un poco, porque últimamente la blogosfera nos ha dado algún disgusto, pero me alegra ver que simplemente, estabas ampliando tu diario.
ResponderEliminarEl post es genial, yo no creo que haya nada de extraño en sentirse viva en momentos así. Es precisamente cuando la naturaleza nos recuerda que está muy encima de nosotros, que existimos porque ella quiere, cuando apreciamos de verdad la vida. También entiendo que el recuerdo se torne amargo al pensar en las terribles consecuencias del Mitch.
Un abrazo, y bienvenida!
Roberto
Impresionante relato, Merche. No debiste quedar finalista, sino ganar.
ResponderEliminarMe imaginaba que estabas de viaje y espero tu relato con impaciencia.
Bueno, algo tendré de primera mano mañana mismo ;)
Un beso, guapa.
Al final del relato me he emocionado. Me alegro de que haya salido bien. Has sabido muy bien retratar lo que sentías y hacer que al leerlo comprendiera muy bien la ambigüedad de tu estado.
ResponderEliminarMe ha recordado a la isla de Lost :)
Hola Merche, bienvenida, desde Estonia que no nos veíamos.
ResponderEliminarEl relato es impresionantemente bueno, desconocía tus facetas de escritora. Tendré que volver a coger la mochila y echarme a la carretera en busca de aventuras que me inspiren relatos cómo el tuyo.
Un beso y quedo a la espera de más fotos.
Uno de los países que a veces nombro en clase y mucha gente se queda super extrañado que exista. Tiene que ser un sitio muy bonito, hemos estado en Costa Rica, lo más cerca. Pero tiempo al tiempo. Buen Trabajo. Un saludo. http://infravg.blogspot.com/
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario!
ResponderEliminarMe hubiese encantado conocer a Lola!
Aunque no pierdo las esperanzas, la feria del libro en Buenos Aires es en abril, nunca se sabe...
BESOTES PRECIOSA!
Me encanta que estés de vuelta y haces muy bien en ser discreta.
ResponderEliminarMe encanta especialmente este post, por la forma de relatarlo y de expresarte.
Enhorabuena¡¡¡¡
Besos guapa¡¡
A Salto De Mata
Viajeros Sin Limite
STANLEY: Siempre tan detallista, muchas gracias. Un beso grande.
ResponderEliminarCINCUENTONES: Los relatos de Sudáfrica tendrán que esperar un poco, espero pasarlos pronto al blog.Saludos.
ResponderEliminarGracias Bleid, me alegra que os acordeis cuando no me encuentro en casa. Un abrazo.
ResponderEliminarQuerido Buggs: No te impacientes con Sudáfrica, todo a su tiempo. Me alegra que te haya gustado el relato de Belice. Un beso grande.
ResponderEliminarNURIA: Querida amiga, gracias por tus palabras, pues son importantes para mi. Tengo unas ganas de veros! Hasta esta noche.
ResponderEliminarFANMAKIMAKI: Jeje, gracias, era de preveer tambien de que estaria viajando... Un abrazo.
ResponderEliminarISAAC Y PAULA: Hola familia Chavetas! me alegro que os haya gustado el relato, como bien sabeis las cosas viviendolas en primera persona todo es más intenso! Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarFRAN: Muchas gracias Fran, eres muy amable. Saludos.
ResponderEliminarROBERTO:Cuando uno se encuentra en medio del caos,la desesperación, la impotencia y el miedo es como meterse en una película e intentas quitar leña al fuego y llevarlo lo mejor posible ...
ResponderEliminarLa reacción vino después de salir de allí.Un abrazo.
LOLA: En realidad no me siento escritora ni mucho menos (para eso ya estás tu ehhh) sino una transmisora de mis viviencias personales cuando viajo.
ResponderEliminarYa sabes, fue genial conocerte en la presentacion de tu libro. Estoy segura que nos veremos en otro momento y podremos hablar.Un beso.
INES: Pues me alegra mucho saber que te emocionó, es importante para mi transmitir lo que en esos momentos sentí. Muchas gracias guapa.
ResponderEliminarJORGE: Leyendo tus palabras me halagas enormemente. Me encantaría saber que has decidido coger de nuevo la mochila para volver a viajar. Pero tu eres hombre de mundo... a veces no es necesario viajar lejos para contar historias, tu de eso sabes un rato. Sabes que te admiro. Un abrazo.
ResponderEliminarINMA Y FRANCIS: Hay tantos países que nadie conoce y ni si quiera se saben situar en el mapa. Pero el planeta Tierra guarda tantos lugares para visitar! Gracias por visitar el blog. Un saludo.
ResponderEliminarSTANLEY: Nunca se sabe Stanley... Y si no fuera asi hay un dicho que dice que si Mahoma no va a la montaña, que venga la montaña a visitar a Mahoma...jajajah Un beso y buen finde.
ResponderEliminarMIGUEL: Gracias por tu apoyo constante. Un abrazo.
ResponderEliminarBienvenida nuevamente.
ResponderEliminarMenudo relato que has montado y menuda experiencia que viviste.
Gracias por compartir con todos nosotros esos increibles momentos.
Abrazos.
Menuda historia, Merche. Eso sí que es aventura pura y dura. Es curioso lo que se aprende del mundo: paisajes salvajes junto a climas salvajes, que hacen que pases del cielo al infierno en lo que tardan en pasarte un papel por debajo de la puerta.
ResponderEliminarEsperamos con impaciencia tus relatos en Sudáfrica. ¡Bienvenida, te queremos!
Un relato maravilloso. Felicidades por este estupendo espacio :)
ResponderEliminarHola Merche
ResponderEliminarYa no es un viaje, es una aventura de las de verdad. Supongo que el tiempo pasado con los compañeros forzosos fue mágico, las incomodidades no importar cuando se recuerdan esos momentos. Saludos
ANTONIO: Gracias por tus palabras. Un abrazo también para tí.
ResponderEliminarDEME: Esta es una de las experiencias donde se aprende, sobre todo a apreciar la vida. Sudáfrica tendrá que esperar...
ResponderEliminarUn abrazo querido amigo.
TIENEN OJOS: Curioso apodo, me gusta! Gracias por el comment y bienvenidos sean tus ojos al blog.
ResponderEliminarVIAJERO IMPRESIONISTA: Que bueno volver a verte por aqui! Los momentos vividos buenos y malos no se olvidan! La experiencia fue un cúmulo de sensaciones magincas y de buenos sentimientos por parte de todos. Abrazos.
ResponderEliminarQue hermoso destino! Como me encantaria poder viajar y reservar un Hotel en Belize. Ojala lo haga algun dia. Saludos!
ResponderEliminarPABLO: Si quieres ir a Belice asegurate primero que no sea temporada de huracanes...te lo digo por experiencia!aun y así todo puede ocurrir, la naturaleza es caprichosa.Bienvenido al blog.
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