Hacía dos meses del fallecimiento de mi madre y opté por viajar sola a una ciudad que tenía ganas de conocer desde hacía tiempo: Copenhague. Necesitaba nuevos aires para despejar la tristeza que me embargaba por unos días y creo que fue el lugar perfecto, pues esta ciudad me cautivó.
La cama era cómoda y me tocó la litera de abajo. Había un cajón para colocar debajo la mochila. Los demás viajeros eran parejas de veinteañeros y otra persona que iba sola. Los salones comunes con sofás y mesas se utilizaban para tomar el desayuno, la tarde era para escribir, leer o conversar.
A las tres de la tarde y nada más llegar a Copenhague fui caminando hacia el Nyhven, el lugar más emblemático de la ciudad, que es el antiguo puerto donde antaño deambulaban marineros y prostitutas y es centro de carga y descarga de los barcos.
Tardé unos 15 minutos en llegar andando desde el Hostel. El puerto era precioso, flanqueado con casas de bonitos colores que tocaban casi al agua del canal, con pequeños hoteles y muchos cafés antiguos de madera y restaurantes.
Como empezaba a lloviznar cogí un barco cubierto que salía a las 16hrs y que recorrió navegando por los canales más llamativos de la ciudad durante algo más de una hora.
Pasamos por varios puentes y canales acercándonos hacia el Gran Canal donde se podía ver edificios emblemáticos como la Ópera (Operahus) la gran biblioteca Real Danesa (Den Sorte Diamant) la Bolsa, etc...
Pasamos a canales más estrechos donde se encontraban las casas más tradicionales de estilo residencial con sus barcas. Aunque llovía, salía el sol y tras los ventanales que se podían abrir, pude admirar el lindo paisaje.
Ya a la vuelta, dejó de llover y bajando del barco me dirigí hacia el Ayuntamiento. Es un gran edificio construido en ladrillo rojo y que ocupaba gran parte de la Plaza de Copenhague.
Justo al lado, había una estatua de Hans Christian Andersen, el personaje más famoso de Dinamarca, admirado por casi todos los niños y que me acompañó parte de mi infancia literaria.
Justo al lado, había una estatua de Hans Christian Andersen, el personaje más famoso de Dinamarca, admirado por casi todos los niños y que me acompañó parte de mi infancia literaria.
Justo enfrente me encontré con el Tívoli, el parque de atracciones más antiguo de Europa y que visité al día siguiente porque empezaba a anochecer y era hora para buscar un restaurante para cenar.
muy bonito ese lugar, sin duda me lo apunto
ResponderEliminarGracias Alex.
EliminarBonito reportaje. Me trae buenos recuerdos de hace ya muchos años, cuando estuve con mi caravana varios días, camino de Nordkapp. Saludos.
ResponderEliminarGracias Alfonso por comentar.Un saludo
ResponderEliminarUn placer volver a recorrer, aunque con nostalgia, esta preciosa ciudad de Copenague a través de los paseos y coloridas fotografías que tan bien nos ilustran este relato de Merche, en estos días tan grises que nos esta tocando vivir.
ResponderEliminarBegoña
Gracias Begoña por tus palabras.
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