Esta
mañana realizamos una excursión con la agencia Madeira Sunrise Tours, donde recorrimos
la zona este de la isla. Empezamos con la subida al barrio de Monte, a 550 metros.s.n.m.
La ermita original fue derruida y en 1741 se colocó la primera piedra para construir la actual iglesia, dedicada a Nossa Senhora do Monte. Más tarde fue dañada por un terremoto y posteriormente reconstruida en 1818. Desde el balcón se apreciaba una bella vista de la capital de Funchal.
Seguimos subiendo a 1818 metros al Pico de Aveiro, una de las zonas más altas de Madeira pero la niebla espesa apenas nos dejaba ver el monte, aunque si pudimos ver plantas como la ginesta, la flor amarilla típica del Mediterráneo.
Siguiendo la ruta, llegamos hasta Riveiro Frío, lugar idóneo para realizar una pequeña caminata de senderismo que nos llevó por la “levada” que son unas canalizaciones de agua con pendiente para transportar el agua de la zona norte de la isla, donde suelen haber más precipitaciones y llevarla hacia el sur, con el clima más seco.
Caminamos hasta llegar a Balcoes, un mirador espectacular con bosque de laurisilva. Luego continuamos caminando por un sendero que bajaba hacia varias poblaciones.
En esta
zona había un tipo de bosque de laurel que abundaba en el pasado y fue inscrita en
la lista de Patrimonios de la Humanidad en 1999, por su diversidad de flora y
fauna endémica y por estar cubierta casi en su totalidad de un ecosistema
forestal primario.
En
Riveiro hacían cría de truchas que se podían degustar en sus restaurantes.
En el interior de ellas, (la mayoría eran casas museo) vendían productos
típicos para degustar, así que probamos el vino de madeira seco con un “bolo de
mel” que estaba delicioso.
Era
una lástima encontrar tan pocas casas en el pueblo, pues apenas quedaban cinco
o seis pero pudimos apreciar que las casas tenían dos plantas donde antaño en la
parte superior conservaban el granero y la planta baja era donde se guardaba el
ganado.
Paseamos
por el pueblo y desde el mirador se veía el Océano Atlántico. Continuamos con
el minibús hacia los acantilados de Faial con una vista muy bonita llamada “Peña
de Águila”, una enorme masa de roca de 600 metros s.n.m. casi en vertical que se alzaba sobre el Atlántico.
Continuamos hacia Portela y de ahí hacia Punta Sao Lorenço, un lugar seco, casi desértico pero con hermosos acantilados donde apreciamos unos pináculos en el mar, junto a las rocas.
En uno de los miradores era casi imposible llegar porque el viento
venía de cara, incluso era peligroso pero subimos para ver el otro lado de los
acantilados.
Finalizamos
en el pueblo de Machico, el primer asentamiento de la isla y que posee una
playa artificial con arena traída de Marruecos. Era una extraña sensación
sentirse en la playa con una arena tan dorada pues parecía que estuviéramos en
el desierto del Sáhara.
Volvimos
hacia Funchal para descansar un rato y salir después a cenar por el barrio antiguo de pescadores.
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