Cuando nos informamos para ir al Monte Athos y supimos de antemano que a las mujeres les estaba prohibido el acceso a los monasterios, optamos por la única posibilidad: realizar un pequeño crucero desde Uranópolis.
Este pequeño puerto pesquero rodeado de playas de arena blanca, destaca su imponente torre bizantina Prosforios.
El matrimonio Joyce y Sidney Loch compraron el inmueble con fines humanitarios, para dar cobijo a refugiados de la guerra greco-turca.
En el pueblo había tiendas de iconos y vimos algún que otro monje deambulando por sus calles.
Uno de ellos se compró unas gafas de sol y con una actitud seria quiso probárselas a la luz, era una situación un poco cómica cayéndole la etiqueta por la nariz. Otro conversaba con algún conocido tomando café.
Por su riqueza cultural y natural el Monte Athos fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988.
Cogimos un barco donde hicimos una travesía de cinco horas con parada para comer y para tomar un baño en las aguas cristalinas de la isla de Ammouliani.
El trayecto por una de las tres penínsulas de la Calcídica, duraba unas dos horas y media donde pudimos apreciar (un poco a lo lejos, pues sólo permiten acercarse un máximo de metros) los monasterios de Kostamonitou, Dochiariou, Xenofontos, Agios Pantelemon y Xiropotelemon.
Los mayoría son monjes griegos pero también provienen de Rumanía, Serbia, Bulgaria, Georgia y Rusia.
En los veinte monasterios existentes viven más de 2000 monjes ortodoxos. Estos monasterios datan desde el año 900 d.C. y al permanecer aislados, no fueron afectados por las guerras.
El Monte Athos es un territorio autónomo donde tienen sus propias leyes, como el no permitir la entrada a las mujeres.
Los monjes dedican ocho horas de rezos y dos comidas diarias y en principio salen para casos concretos. En los monasterios se conservan escritos y libros antiguos.
Cuenta una leyenda griega que el gigante tracio Athos, lanzó una roca contra Poseidón que cayó en el Mar Egeo y se formó el Monte Athos.
Dejando atrás el Monte Athos y su deslumbrante naturaleza, vimos nuestro reto cumplido.
Todas las prohibiciones son injustas y mucho más las religiosas. Al menos contemplar la belleza de la naturaleza es libre.
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