Después de un largo viaje de diecinueve horas desde La Paz, llegamos por fin a Rurrenabaque, en la región amazónica.
Descansamos por la mañana y luego visitamos el pueblo parando a comer en un restaurante de carne a la brasa ubicado en un gran jardín.
Como era domingo había un mercadillo en una de las avenidas que llegaba hasta el río Beni.
Aquí había mucho ambiente y las familias pasaban la tarde tomando algún snack de los puestos de comida.
Era un lugar idóneo para pasear junto al río, pues corría la brisa.
Al dia siguiente salimos con Monique y Robert, una pareja de Perpignan junto con nuestro conductor Simón, hacia las pampas de la Amazonía boliviana. Era una excursión de tres días con dos noches de alojamiento.
Ya en la carretera se veían bastantes animales incluso una culebra herida y un perro muerto al que habían atropellado y buitres alrededor que se lo estaban comiendo.
Sobre un árbol vimos a un perezoso, también monos y tucanes. Cuando llegamos a las aguas del río Yacuma tomamos una barca que nos llevó hasta el campamento.
Nada más llegar dejamos las mochilas en el jungalow y cogimos la barca para hacer una excursión de unas horas donde vimos monos capuchinos, caimanes negros, tortugas y delfines rosados que venían a saludarnos mientras recorríamos la zona de recreo.
Incluso había la posibilidad de bañarse porque los delfines protegían la zona de caimanes. Volvimos con los delfines rosados, que eran de mar pero ahora se habían adaptado a las aguas del río Yacuma.
A esta zona le llaman la ruta del bufeo y es debido a que cuando los delfines salen a la superficie bufan como las ballenas.
Pudimos observar a las aves serere que emitían gruñidos. Sus polluelos, cuando están en peligro se zambullen en el agua para esconderse.
Dicen que es un animal prehistórico y apenas pueden volar, lo hacen tan sólo durante 10 segundos y son rumiantes como las vacas. Tienen el tamaño de la gallina de Guinea pero es de color marrón y blanco con plumas de color terracota.
Vimos las aves de cabeza seca que son parecidas a las cigüeñas de color blanco y de pico largo.
Cruzamos al otro lado del transbordador camino para ver la puesta de sol y pasamos por el canal estrecho parando la barca.
Subimos a un promontorio y vimos la zona del pantanal que es donde se podia buscar a la ansiada anaconda pero cuando baja el agua sería peligroso irla a buscar.
Vimos la puesta de sol y tomamos el camino de vuelta hacia el Ecolodge Las Tortugas. Cenamos en compañía de Monique y Robert junto con Simón, nuestro guía y el tiempo de repente cambió: comenzó a levantarse viento y frío así que optamos por no salir a ver los caimanes de noche.
Incluso desde el mirador podíamos ver alguno de lejos con linterna de largo alcance. Más tarde se puso a llover toda la noche hasta las 7:00 h de la mañana...
A la mañana siguiente. después de desayunar a las 9am nos preparamos para realizar un nuevo recorrido de 3 horas por el río hacia el norte esta vez.
Volvimos a colocarnos la ropa de invierno. Una vez abrigados salimos con la barca y volvimos a ver las monos ardilla de color dorado. Uno parecía estar herido en la boca. Iban y venían en grupo y saltaban por encima de la barca.
Suelen ir a la copa de los árboles para romper las ramas y alcanzar las hojas más tiernas. Era una suerte verlos tan cerca.
Seguimos viendo sereres que alzaban sus alas y un ave al que llaman cuello de culebra por su extensión. En ese momento caía en picado para atrapar pescar su presa.
Observamos las parabas azules y rojas (guacamayos) elegantes en su vuelo y en peligro de extinción. También vimos volar al martín pescador amazónico y algún águila pescadora que andaba observando desde lo alto de una rama a su futura presa.
Después comimos y nos despedimos de nuestros compañeros de viaje los franceses. También conocimos a unos españoles de Bilbao que se marchaban ese mismo día y nos quedamos solos en el albergue.
Por la tarde fuimos con Simón a pescar pirañas y nos prepararon una tapa de plátano frito crujiente con queso. Para las pirañas cogimos trocitos de carne que colocábamos en el anzuelo y en 45 minutos pescamos 3 pirañas, no estaba nada mal dada nuestra poca experiencia: dos amarillas y una roja.
Esta última es más agresiva y nos las cocinaron para la noche.
Al día siguiente fuimos a ver los diferentes tipos de plantas y árboles de ajo, palmeras, árbol de las hormigas de fuego, etcétera. Entramos como en una especie de isla que muchas veces se inundaba y a la que no se podía acceder pero tuvimos suerte.
Vimos sobrevolar parabas que iban en grupo de cuatro azules y amarillos. Son monógamos y viven hasta 70 años en el bosque. También habían búhos, también coatíes y tejones.
En el suelo veíamos trabajar a las hormigas cortadoras de hojas que las transportaban hasta el nido y las llevaban a su interior para hacer hongos segregando un líquido con el que lo convertían en hongos.
Su picadura es normal pero las hormigas de fuego dejan tal picadura que parece que te arda la piel. Viven en los árboles dentro del tronco del árbol de fuego. Si picas un poco el tronco aparecen enseguida. Son de color marrón y mejor que no te piquen.
El árbol de ajo cortando un poquito tan solo su corteza (en su interior es blanco y huele a ajo tal cual así como sus hojas). Las palmeras daban un fruto que suelen comer los monos.
En su interior hay una nuez del que se extrae el aceite, el exterior se puede comer y es una piel de color anaranjado, más bien de sabor dulce.
Comimos y salimos del Ecolodge con Simón para volver a Rurrenabaque. Habíamos pasado 3 días únicos disfrutando de la naturaleza.
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