6 de noviembre de 1998
BELICE: EN EL OJO DEL HURACAN
28 de octubre de 1998
GUATEMALA : EL PARQUE NACIONAL DE TIKAL
Tikal fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979. El área del parque cubre unas 20000 hectáreas de bosque tropical.
Quisimos madrugar así que nos levantamos a las 0330 am para ver la salida del sol a las 0530am, pues había 70km de distancia desde la isla de Flores.
En el idioma maya yucateco, Tikal significa “en el pozo de agua”.
El nombre fue indicado por los viajeros y cazadores de la época, refiriéndose a las reservas de agua que disponía el lugar.
La visita nos sorprendió por su tupido verdor, las impresionantes pirámides (la subida a una de ellas nos dejó las posaderas con agujetas) la magia del amanecer y el ruido de los animales en la selva.
Incluso pudimos ver algún coatí, monos aulladores, arañas y pájaros hasta las 11:30 am.
Estuvimos explorando por los senderos y subiendo a todas las pirámides posibles, aunque solo había cuatro que se conservaban en buen estado.
Las demás se encontraban medio derruidas pero también eran curiosas de ver.
Muchas de sus ruinas se encuentran todavía por excavar y otras están enterradas pendientes por descubrir.
Tikal se convirtió en una de las civilizaciones más poderosas, sobre todo alcanzó su mayor auge entre los siglos III y X de nuestra era.
Al mediodía ya empezaba a hacer calor por lo que nos fuimos a tomar algo de beber.
Además la zona era muy frondosa hacía mucha humedad aunque se nos hizo un poco corta la visita.
Nos encantaron las ruinas mayas, eran preciosas siendo uno de los vestigios más importantes de la cultura maya.
25 de octubre de 1998
GUATEMALA : FLORES Y EL LAGO DE PETÉN ITZÁ
Estos días en Flores pasaron volando. La tortuosa llegada en el afamado autobús de “lujo” nos dejó hecho un cuatro. La Isla se localiza a 127 metros sobre el nivel del mar, y está conectada por un puente a Santa Elena de la Cruz por una calzada.
Nos encontramos en un hotel con piscina que da al lago de Petén Itzá, justo en medio de la isla de Flores. Desde el hotel cada noche presenciábamos las bellas puestas de sol.
El primer día hicimos una excursión en barca para explorar los alrededores del lago Petén Itzá y desde el mirador podíamos ver varios islotes.
En uno de ellos había una reserva de animales donde pudimos ver la fauna más característica de Centroamérica. Estuvimos conversando con el cuidador de los jaguares y demás felinos.
Era la hora de la comida para ellos y les acompañamos . Vimos tan de cerca al jaguar que a pesar de encontrarse enjaulado nos impresionó, daban ganas de acariciarlo ya que no hacía más que ronronear como los gatos para que le dieran su comida.
Los niños se bañaban y jugaban remojándose en el agua. Habían muchas aves, era un pequeño paraíso.
El lago tiene una extensión de 99 km² y es el tercer lago natural más grande del país, después del lago de Izabal y el lago de Atitlán. Tiene una profundidad máxima de 160 m y se sitúa a una altitud de 110 m s. n. m.
El paseo en barca duró unas tres horas y nos pudimos hacer una idea de su magnitud y la fauna existente. En las riberas del lago viven varias comunidades.
Por la tarde descansamos en las tumbonas del hotel y nos dimos un baño en la piscina. Los que habían alojados se bañaban en el lago pero a nosotros nos daba un poco de cosa por si la bilharzia u otro tipo de contaminación. Luego salimos a dar un paseo y cenamos en un lugar encantador en el mismo pueblo con velitas y música. ¿Qué más podíamos pedir?
La isla de Flores dista mucho del resto del país, cambia el clima, hay buenos hoteles donde apenas hay contacto con la gente local y apenas se permite ver la realidad del país. Flores está conectada con buen transporte: minibuses exclusivos para el turismo contratado desde cualquier hotel pero que a veces para que nos vamos a engañar te facilita las cosas. Qué lejos quedan los autobuses de Chichi y Panajachel.
En la cena estuvimos conversando con el camarero que nos atendió, parece ser que le dimos confianza para explicarnos historias sobre el trabajo y de cuando la guerrilla defendía a los trabajadores: los capataces negaban cualquier subida de salario (un salario irrisorio por cierto y haciendo un montón de horas) los trabajadores estaban explotados al máximo y la misma guerrilla se encargaba de asesinar a los capataces allí mismo, delante de los trabajadores y al día siguiente éstos ya estaban con el jornal aumentado sin dudarlo.
A día de hoy, a pesar de que la guerrilla entregó sus armas, aún sigue habiendo problemas pero ya no es lo mismo de antes. Mañana iremos a las ruinas de Tikal.
22 de octubre de 1998
GUATEMALA : EN EL MERCADO DE CHICHICASTENANGO
La llegada a Chichicastenango fue bastante agobiante pues al salir del autobús en el que viajábamos iba lleno hasta los topes y nosotros que nos encontrábamos en medio tuvimos que ir sorteando como pudimos a la gente para poder salir.
El autobús iba a tope y nuestras mochilas llevaban más de 5 minutos fuera. La gente aquí es muy pequeñita y lo van llenando hasta que no cabe un alfiler. Había casi 80 personas dentro del autobús.
Antes de llegar a la Posada del Arco, vimos una pequeña fiesta de barrio con hombres llevando grandes cabezas de animales.
La posada nos encantó, solo había cuatro habitaciones, era una gran casa particular con huerto. La dueña Emilda, se nos presentó y nos dio a elegir habitación ya que aún no había llegado nadie. Escogimos una que daba a las montañas de Quiché y al jardín con árboles frutales. Nos indicó que podíamos coger la fruta que quisiéramos. Era un lugar muy tranquilo donde pudimos relajarnos después del duro trayecto.
Por la tarde nos ayudaban a encender la chimenea trayendo la leña. Nos parecía muy romántico y por la noche se agradecía ese calor ya que al encontrarnos a 2000 mts. se notaba el frío de la noche. Don Pedro Macario y su señora no tenían hijos.
La señora Emilda nos comentaba que la gente aquí lo suele pasar bastante mal sobre todo los niños que ni van al colegio.
Ellos no tenían hijos pero se ocupaban de un chico para pagarle los estudios y tenían a un joven de 12 años que les trabajaba en la obra y le dejaban coger toda la fruta de los árboles. Estaba en edad de puro crecimiento y a veces no sabía de dónde sacaba las fuerzas. Lo tenía trabajando de 8 a 5 de lunes a domingo, una explotación.
Al salir de la casa la calle seguía con el festejo. Nos dijeron que en Chichi siempre andaban celebrando algo.
Nos gustaba el colorido de los vestidos mayas y las mujeres todas ellas, con rasgos indígenas y niños cargados a las espaldas con grandes pañuelos.
Cerca de la iglesia de Santo Tomás presenciamos un entierro de uno de los cofrades, era una procesión en toda regla por lo que aproveché a fotografiar el momento tan solemne.
Las escaleras que llevaban a la iglesia de Santo Tomás tenían forma de pirámide.
En el interior y exterior de la iglesia olía a incienso y se encontraba rebozado de flores. Se sentía el misticismo en este lugar.
Fuimos a caminar hacia el cerro de Del Pastor Psscual Abaj, un dios maya con forma de ídolo de piedra. Se situaba en un altar de piedra en la cima de una colina, a 1,5km de Chichicastenango.
La piedra tenía forma de cara parecida un poco a las de la isla de Pascua. El camino era bonito pero un poco peligroso dicen ya que en el propio bosque había militares vigilando por la zona. Una vez llegamos arriba nos encontramos un ambiente un poco desolador.
Al día siguiente visitamos el mercado de Chichi, había un montón de tenderetes donde vendían frutas, verdura, instrumentos musicales, utensilios de cocina, todo tipo de textiles de vivos colores y máscaras para los turistas.
Paseamos por sus callejuelas alargadas que te invitaban a perderte. Era uno de los mercados más grandes de América Central.
También había una sección donde cocinaban platos para la gente que trabajaba en el mercado y los que hacían un pequeño descanso para desayunar o comer.
Dimos unas vueltas por las cocinas y hablamos con la gente. Nos pareció un mercado muy singular.