La llegada a Chichicastenango fue bastante agobiante pues al salir del autobús en el que viajábamos iba lleno hasta los topes y nosotros que nos encontrábamos en medio tuvimos que ir sorteando como pudimos a la gente para poder salir.
El autobús iba a tope y nuestras mochilas llevaban más de 5 minutos fuera. La gente aquí es muy pequeñita y lo van llenando hasta que no cabe un alfiler. Había casi 80 personas dentro del autobús.
Antes de llegar a la Posada del Arco, vimos una pequeña fiesta de barrio con hombres llevando grandes cabezas de animales.
La posada nos encantó, solo había cuatro habitaciones, era una gran casa particular con huerto. La dueña Emilda, se nos presentó y nos dio a elegir habitación ya que aún no había llegado nadie. Escogimos una que daba a las montañas de Quiché y al jardín con árboles frutales. Nos indicó que podíamos coger la fruta que quisiéramos. Era un lugar muy tranquilo donde pudimos relajarnos después del duro trayecto.
Por la tarde nos ayudaban a encender la chimenea trayendo la leña. Nos parecía muy romántico y por la noche se agradecía ese calor ya que al encontrarnos a 2000 mts. se notaba el frío de la noche. Don Pedro Macario y su señora no tenían hijos.
La señora Emilda nos comentaba que la gente aquí lo suele pasar bastante mal sobre todo los niños que ni van al colegio.
Ellos no tenían hijos pero se ocupaban de un chico para pagarle los estudios y tenían a un joven de 12 años que les trabajaba en la obra y le dejaban coger toda la fruta de los árboles. Estaba en edad de puro crecimiento y a veces no sabía de dónde sacaba las fuerzas. Lo tenía trabajando de 8 a 5 de lunes a domingo, una explotación.
Al salir de la casa la calle seguía con el festejo. Nos dijeron que en Chichi siempre andaban celebrando algo.
Nos gustaba el colorido de los vestidos mayas y las mujeres todas ellas, con rasgos indígenas y niños cargados a las espaldas con grandes pañuelos.
Cerca de la iglesia de Santo Tomás presenciamos un entierro de uno de los cofrades, era una procesión en toda regla por lo que aproveché a fotografiar el momento tan solemne.
Las escaleras que llevaban a la iglesia de Santo Tomás tenían forma de pirámide.
En el interior y exterior de la iglesia olía a incienso y se encontraba rebozado de flores. Se sentía el misticismo en este lugar.
Fuimos a caminar hacia el cerro de Del Pastor Psscual Abaj, un dios maya con forma de ídolo de piedra. Se situaba en un altar de piedra en la cima de una colina, a 1,5km de Chichicastenango.
La piedra tenía forma de cara parecida un poco a las de la isla de Pascua. El camino era bonito pero un poco peligroso dicen ya que en el propio bosque había militares vigilando por la zona. Una vez llegamos arriba nos encontramos un ambiente un poco desolador.
Al día siguiente visitamos el mercado de Chichi, había un montón de tenderetes donde vendían frutas, verdura, instrumentos musicales, utensilios de cocina, todo tipo de textiles de vivos colores y máscaras para los turistas.
Paseamos por sus callejuelas alargadas que te invitaban a perderte. Era uno de los mercados más grandes de América Central.
También había una sección donde cocinaban platos para la gente que trabajaba en el mercado y los que hacían un pequeño descanso para desayunar o comer.
Dimos unas vueltas por las cocinas y hablamos con la gente. Nos pareció un mercado muy singular.
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