A 32 km al norte de Tirana se halla la ciudad de Kruja, a unos 600 mts. s.n.m. Es de los lugares icónicos de Albania. El patrimonio arquitectónico de Kruja, de aspecto medieval, los museos de la ciudad y su bazar, bien merece una visita para conocer parte de la historia del país.
Contratamos a un taxista para que nos llevara. La carretera desde Tirana ascendía en zigzag hacia las montañas. Los bosques eran cada vez más densos y a medida que subíamos pudimos apreciar algún búnker que quedaba medio oculto en el camino.
Cuando llegamos a Kruja vimos el gran complejo del castillo y sus museos, además del pequeño bazar otomano, que a lo largo de un laberinto de calles estrechas podíamos observar los productos tradicionales y souvenirs como platos, manteles bordados, cafeteras… etc.
A Kruja se le conoce como “la ciudad de Skanderbeg” el héroe nacional. Gjergj Kastrioti, más conocido como Skanderbeg, nació en Kruja y tras servir a los otomanos como astuto guerrero se reveló contra ellos consiguiendo unir a otros líderes para encabezar la resistencia.
Pero el castillo que empleó para comandar a sus soldados, ya estaba presente desde el siglo V o VI d.C. En lo alto de la colina del castillo de Kruja, se encuentra protegido por una defensa natural de las faldas de la montaña y por el cinturón de murallas y las nueve torres que encierran su perímetro.
En la Edad Media Skanderbeg se sirvió de su ubicación defensiva para dirigir las acciones bélicas encabezadas a luchar por el dominio de la actual Albania. El conjunto de Kruja sirve de representación de la cultura, historia y tradición albanesas. Además del castillo de Skanderbeg y de su museo, también se podía visitar el Museo Etnográfico y la casa Tekke.
Subimos al castillo, de altas torres de piedra albanesa arquitectura románica medieval y visitamos el Museo George Kastrioti Skandenbeg en honor al héroe nacional.
El museo contenía objetos que datan de la época de Skanderbeg y se narra su vida y sus hazañas militares. Se exhibían pinturas, armaduras y otros artefactos que databan de su época para mostrar uno de los períodos de mayor orgullo de la historia de Albania.
El museo etnografico se ubicaba dentro de una casa típica otomana del siglo XIX.
En sus estancias se reflejaba el estilo de vida de una familia, incluyendo un hamman, utensilios para producir cuero, un pozo y un molino de agua.
Finalmente estaba el Tekke, un lugar de culto para los fieles que practican la rama Bektashi del Islam.
Al salir, nuestro taxista nos estaba esperando y nos invitó a tomar unos cafés y charlamos amigablemente antes de volver hacia Tirana.
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