Desde Bagio recorrimos el camino que llevaba a Sagada, era un paisaje espectacular. Por el camino realizamos varias paradas y fuimos con un autobús local donde estuvimos sentados como un cuatro con el culo tocando el suelo y las piernas subidas como si no hubiera asiento. En la baca llevaban gallinas, la gente era agradable y te dejaba tranquila.
Mis posaderas después de viajar sin poder estirar las piernas durante 7 horas y por caminos de cabra se estaban empezando a quejar.
Nos alojamos en el Saint Joseph’s Resthouse, un lugar de culto donde admitían viajeros. Había sido un convento donde habían dormido monjes años atrás. En las puertas de cada habitación indicaban el nombre.
En Sagada nos encantó presenciar la ceremonia de las cosechas que la tribu Bontoc había realizado estos días. Y es que esta tribu aún preservan sus costumbres y ritos ancestrales.
Un colega italiano, nos comentó que la fiesta se realizaba en el pueblo de al lado. Era nuestro compañero de celda pues dormíamos en la habitación de al lado. Por la mañana nos dábamos una ducha fría estilo “mandy” con cazos de agua y que recogíamos de un barreño.
Por la tarde asistimos a la fiesta del pueblo caminando por un sendero con magníficas vistas de las montañas. Cuando llegamos, nos encontramos a unos niños sentados que estaban preparados para presenciar el espectáculo. A un lado había un perro atado todo rabioso porque no podía escapar, intuía que de un momento a otro iba a ir directamente a las brasas.
Pude hacer fotos dentro del recinto sagrado a pesar de la angustia que me daba ver matar a un perro pues nosotros, los occidentales lo consideramos como animal doméstico. También había un jabalí que tuvo el mismo triste destino.
Para los Bontoc, en este tipo de ceremonias, los perros son el manjar favorito. Todo lo que rodeaba la matanza era muy llamativo: los hombres iban vestidos con sus taparrabos y gorros típicos de color rojo haciendo un maravilloso contraste con el fondo verde de las montañas.
De repente todos salieron desfilando hacia las montañas para discutir sobre los asuntos del pueblo y tomar decisiones punto. Mientras tanto, en el valle donde nos encontrábamos, las mujeres preparaban el vino de arroz con ginebra que nos dieron a probar. Ellas también iban engalanadas con mandiles y cintas y adornos en sus cabezas. Cuando los hombres bajaron de las montañas coma las mujeres se posicionaron en fila con sus ofrendas para los asistentes de la fiesta y luego empezaron a cantar y bailar al son de la música de viejos instrumentos.
Era en honor a la cosecha de arroz para que este año fuera bueno y nos pareció mágico presenciar la fiesta. Bebimos licor de arroz pero otra cosa fue cuando pasaron la bandeja del “perrito caliente” y antes de que llegaran a nosotros con paso apresurado nos marchamos.
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