Desde Banaue cogimos un jeepney en dirección a Cambulo y nos dejó a mitad de camino para realizar el trekking de 8km a Batad.
Por el camino pudimos comprar agua e incluso hicimos alguna fotografía a más de una persona que subía por la montaña. Mayoritariamente eran de la etnia ifugao. Cuando te veían te saludaban ofreciéndote agua o se colocaban en un lugar estratégico del camino para que les hiciéramos fotos y sacarse alguna que otra moneda.
El señor iba ataviado con plumas decoradas en su cabeza y nos decia que los colmillos de jabalí que llevaba en los brazos habían pertenecido a su padre.
Observé que los dedos gordos del pie estaban muy deformados y desarrollados, acostumbrado a andar descalzo por la selva.
Cuando casi llegamos después de varias horas de trekking por la selva semitropical, nos dimos cuenta que había valido la pena el esfuerzo.
Batad nos pareció irreal de tan bonito que era, parecía un cuadro naif. Desde la cima de la montaña nos pareció un pueblo precioso situado en el valle.
Había que llegar hasta el valle y comenzamos a bajar. Apreciamos lo lejano que estábamos del mundo occidental. Había unos escalones tan altos como cuando subes las pirámides porque llegamos exhaustos, sedientos y con ganas de estirar las piernas que nos temblaban por la caminata.
Las montañas daban fe de ser una obra maestra del ser humano, dignas de ver y trabajadas durante más de 2000 años por los Ifugao. Cuando te encuentras aquí contemplando el paisaje no puedes asumir tanta belleza pero sé que se quedará grabado en nuestra memoria para siempre.
Las casas eran las típicas “nippa huts” cabañas de estilo tradicional y las decoraban con mazorcas. Nos alojamos en una casa típica y preguntamos por un catalán que vivía en Batad desde hacia años, nos dijeron que estaba fuera de viaje, hubiera sido genial conocerle. En el pueblo había una pequeña iglesia.
Al día siguiente marchamos para hacer el camino de vuelta. Tan sólo pasamos una noche y nos hubiéramos quedado más tiempo pero nuestro viaje debía continuar.
Volvimos por el mismo camino y esperamos a que nuestro conductor viniera a recogernos como habíamos quedado el día anterior pero este no apareció así que intentamos hacer autostop. Al ver que no pasaba ninguna furgoneta o coche intentamos acercarnos a alguna pequeña aldea donde hubiera alguien que nos llevara.
Cogimos la primera furgoneta que vimos pasar pues no había ni transporte público por estos caminos así que pagamos a un señor más de lo de lo que costaba normalmente.
Por el camino iba recogiendo a gente y les decía que subieran que nosotros ya habíamos pagado por ellos. Lo decía con una sonrisa socarrona así que callamos porque ya habíamos pagado. Lo único que queríamos era llegar a Banaué.
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