25 de abril de 2011

AZERBAIYÁN: LAHIÇ. EL PUEBLO ARTESANO DEL COBRE

 

A las 9:00 h de la mañana nos dirigimos hacia la estación de autobuses para coger una marshrutka y llegar a Lahiç, un pequeño pueblo de montaña para ver de cerca la vida rural.



Pero como no salía ningún transporte negociamos con un taxista de pelo cano que sabía francés, así que nos pusimos en marcha. El camino era de verdes praderas, cada vez más bonito, con vacas y ovejas por la carretera. 



Después de pasar un camino de pista y subir por una estrechísima carretera con precipicio que amenazaba desprendimientos de piedras, nos paramos a contemplar por dónde acabábamos de pasar y era espeluznante. El señor nos dijo que con una sola piedra que nos hubiera caído ya se acababa la historia de nuestra existencia.



Una vez en la entrada del pueblo fuimos a la casa de hospedaje “El jardín del paraíso”. Nos acompañó un hombre joven con su burro y nos despedimos del taxista dándole el dinero y las gracias.



Dos mujeres que vivían en la casa nos recibieron amablemente aunque no sabían inglés. Llevaban lindos pañuelos en la cabeza. Llamaron por teléfono al marido y nos dijeron que vendría enseguida.



Nos enseñaron las habitaciones que se encontraban en la parte de arriba de la casa de madera. Había un porche con mesa y sillas, grandes ventanales donde podíamos contemplar una vista de las montañas y del jardín.




En el pueblo no había agua corriente pero en esta casa no era necesario pues podían calentar el agua con un termo ya que había que asearse fuera en el patio donde también se encontraba el lavabo. 



Dejamos nuestras mochilas en la habitación elegida y al poco rato nos trajeron té y bombones rusos.



Lo curioso de Lahiç es que la gente habla una mezcla de farsi y azerí. Nos acercamos al cementerio que se encontraba justo al lado de la casa, en un pequeño montículo.




Las lápidas mostraban las fotografías de los fallecidos, (algunas en tamaño natural). Dos niñas de 6 y 7 años correteaban entre las lápidas. Subimos a lo alto de la colina y desde aquí pudimos divisar todo el pueblo, pero los tejados de uralita desmejoraban las casas de piedra.



Optamos por ir a ver el pueblo, en la plaza principal es donde se reúnen los viejos del pueblo y donde llegan las marshruskas para ir a ismaillily.




Atravesamos la calle principal empedrada donde se encontraban las tiendas en souvenirs y los artesanos del cobre trabajando. 





 


La gente nos saludaba al pasar, era un lugar tranquilo donde el tiempo parecía haberse detenido. 



Los habitantes se dejaban fotografiar en sus quehaceres cotidianos, incluso en la peluquería del pueblo.



Las mujeres iban ataviadas con pañuelos estampados de colores tapando parcialmente sus cabellos.



Vimos vacas, cabras y corderos en medio de las calles. Los burros y caballos estaban parados comiendo su forraje y en la calle principal habían fuentes de piedra de la que se podía beber.



Nos acercamos al edificio de Información y Turismo donde también se ubicaba el Museo Regional. Un señor nos invitó a té hacíéndonos subir a la oficina del ayuntamiento que estaba en la segunda planta. 



Nos dio chocolates y aunque no nos entendíamos en ruso ni azerí, estuvimos con él conversando el idioma del “body language” durante un buen rato: sobre sus hijos, sus edades, el presidente que gobierna el país...etc.



Al cabo de un rato nos marchamos dándole las gracias y visitamos el Museo Regional. La señora que vigilaba la sala nos enseñó instrumentos y unas fotos de los héroes que murieron en la guerra del Nagorno Karabagh. Salimos de allí dando un pequeño donativo.




Vimos una pequeña mezquita y un señor nos saludó, iba ataviado con un gorro típico y nos dijo que se quería hacer una foto con Francisco.



Llamaban la atención las mujeres que iban ataviadas con pañuelos de vivos colores. 



Volvimos satisfechos hacia la casa de hospedaje. Eran las 18:00 h de la tarde y en cuanto llegamos nos saludó el dueño de la casa. Era periodista, hablaba inglés correcto y nos dijo el precio de la habitación que es el mismo que indicaba la Lonely Planet.




Nos preparó el hammam antes de cenar. Nos enseñó la sala donde se dejaba la ropa y entramos. Aunque era un poco cochambroso, fué una delicia relajarnos, sentir el calor y apartar los pensamientos dejando la mente en blanco.



Después de un buen baño, cenamos una sopa vegetal, encurtidos de pimiento rojo, arroz pilaf y carne de cordero en trocitos con castañas. De postre bombones con té y nos acostamos pronto. Al día sigiente vendría la marshrutka a las 8:15 h para salir hacia ismailly.

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