Hoy nos vinieron a buscar después del desayuno para visitar las ruinas más antiguas que existen en el Sudeste Asiático.
Mŷ Son se encuentra a 50 km de Höi An. en Duy Phú, un pequeño pueblo ubicado en el Valle de Mŷ Son.
Este es el complejo más importante de templos hindúes con torres que es uno de los símbolos de arte Cham y que se desarrolló entre los siglos IV y XIII.
El pueblo Cham fueron maestros del arte del ladrillo. Era un arte algo controvertido por ser ladrillos demasiado estrechos o inseguros para unirlos sin cemento, aunque ellos realizaron un gran trabajo de escultura con gran precisión.
Esculpían deidades que se podían ver en las partes externas de sus muros en los templos, como samsaras, sacerdotes, animales, plantas… etcétera.
Esta arquitectura tan especial de la cultura Cham hinduista combinada con el reinado del Sudeste Asiático fue incluido en la lista de patrimonios de la UNESCO en diciembre de 1999.
Cuando llegamos estaba diluviando así que nos colocamos los chubasqueros y nos fuimos a recorrer las ruinas. Estas se encuentran ubicadas en una zona muy frondosa con mucha vegetación y selva.
Este lugar fue descubierto por los franceses a finales del siglo XIX. Muchos de los templos están dedicados a los Reyes Champ que se asocian con divinidades como Shiva, considerado el fundador de las dinastías de Champa.
Primero edificaban las estructuras para luego esculpir las decoraciones en los ladrillos pero muchas de estas estatuas no fueron terminadas. El desastre de la guerra de Vietnam hizo una vez más huella en este lugar.
Dos terceras partes del recinto está totalmente en ruinas. El complejo se divide en varios grupos: sólo se permite la entrada al grupo A,D y E.
En la misma entrada podemos observar un gran agujero en el suelo de una bomba. Había pilas de agua, dicen que era el agua sagrada para rociar los lingams (símbolos fálicos).
Había también salas de meditación y una pequeña construcción para guardar los libros sagrados. El grupo A1 era el gran monumento del recinto que quedó arrasado por la guerra.
Al final del recorrido realizamos una pequeña caminata embaucados por la magia del lugar y el poder de la lluvia. Realmente es un lugar único para recordar.
Volvimos en autobús hasta un pequeño puerto para seguir el trayecto en barca por el río que nos llevará de vuelta a Hôi An.
En la pequeña embarcación nos entregaron un pequeño almuerzo que consistía en arroz hervido con verduras y un plátano, iba incluido en el precio de la excursión.
Deambulamos un poco más por Hôi An y nos compramos dos camisetas muy chulas en una tienda ubicada en una mansión.
Descansamos un rato en el hotel y salimos a cenar y a tomar unas cervezas. Aquí conocimos a una pareja con la que entablamos conversación el chico era belga y se llamaba Albert y la chica danesa llamada Britt.
Viajaban cada uno de forma independiente y estuvimos con ellos hasta pasada la medianoche, levantándonos al día siguiente con la típica resaca.






















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