Desde la estación de Colón cogemos un diablo rojo, como
aquí llaman a las guaguas o chivas, para ir a Portobelo. Estos autobuses
pintados de vivos colores contienen frases y dibujos muy originales.
Incluso hay algunos pintados con personajes famosos como el Che Guevara, otros con motivos religiosos..
Cuando llegamos a Portobelo, que se sitúa entre la jungla y
el mar, nos dirigimos al pequeño hotel El Rayo Verde que se situa
frente a la bahía. Nos dan la habitación con terraza que habíamos solicitado desde
donde contemplamos una vista impresionante. Podemos ver los grandes
navíos que han quedado embarrancados desde hace años, los pequeños barcos pesqueros
y uno de los fuertes formando una bella postal.
En una de ellas apreciamos las vestimentas que utilizan
los devotos en la fiesta del Cristo Negro que se celebra en octubre. Los vestidos son de color púrpura como los que se utilizan en España cuando
celebramos la Semana Santa. La otra sala
alberga rifles, cañones (uno de ellos es de bronce y se construyó en 1617)
además de vestigios de los fuertes de
Portobelo. También hay fotos del pueblo en blanco y negro.
En el pueblo hay lindas casitas pintadas de colores donde
la gente vive en armonía. Los niños juegan al fútbol, las niñas, de rasgos
dulces, se reúnen con sus amigas riendo y hablando. Esos dientes grandes y tan
blancos les destacan de su bella piel morena. Adornan sus peinados con trencitas
y muchos imperdibles.
En Portobelo se celebran varias fiestas, incluso hay
agrupaciones de Congo que es un baile local que aún preserva sus tradiciones.
Se celebra dos semanas después del Carnaval, el Festival de Diablos y Congos.
Trata de la época de los esclavos cuando se escaparon hacia la jungla y formaron comunidades entre ellos. Satíricamente en la fiesta escogen a un prisionero y lo venden por la ridícula cantidad de 1$. Los congos se disfrazan y más de un grupo te asalta para pedirte más de 1$.
Incluso hay algunos pintados con personajes famosos como el Che Guevara, otros con motivos religiosos..
Entramos en la Real
Aduana que se construyó en 1630. Los tesoros fueron traídos a través del
istmo para transportarlos en galeones hacia España. El edificio actual consiste
en dos grandes salas donde se exhiben exposiciones permanentes.
Visitamos los fuertes de San Jerónimo y Santiago. El
primero es el más cercano al centro. Hay dieciocho cañones mirando a la bahía.
Desde aquí se divisa el campanario de la Iglesia de San Felipe.
Continuamos nuestro paseo hacia el fuerte de Santiago en la
zona oeste. Conocido por los españoles como “la roca de coral” fue construido
con grandes muros de tres metros y con coral como se hacía en la época. Aún
preserva parte del coral en sus muros. Se encuentra este fuerte un poco más
deteriorado que el de San Jerónimo pero las vistas son fabulosas.
Trata de la época de los esclavos cuando se escaparon hacia la jungla y formaron comunidades entre ellos. Satíricamente en la fiesta escogen a un prisionero y lo venden por la ridícula cantidad de 1$. Los congos se disfrazan y más de un grupo te asalta para pedirte más de 1$.
Cenamos en un chiringuito donde nos cocinan pescado al grill con patacones y pulpo en salsa. Cae la noche y desde nuestra terraza contemplamos
las barcas de la bahía…
Que recuerdos en esta linda villa caribeña donde la vida transcurre sin contratiempos.Un estupendo recorrido por sus fuertes, que hablan al oido de su pasado, atizado por oleadas de ataques bucaneros.
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