Hoy visitamos la Plaza Registán,
la más famosa de Uzbekistán y quizás una de más bellas del mundo. Incluso
parece irreal por su diseño tan perfecto rodeada de sus tres madrazas (escuelas
donde primordialmente se enseña la religión musulmana).
Tal cual llegas, lo primero que nos encontramos a la derecha es la madraza Sher-dar, donde en su parte superior hay leones persiguiendo a unos ciervos. Fue conquistada en el siglo XVI y los leones de color anaranjado representan el poder del gobernante. En el interior hay tiendas de souvenirs.
Justo enfrente se encuentra la
madraza Ulugh-Beg, hecha construir (entre 1417
y 1421) por el nieto de Timur (Tamerlán). Fue el gobernante en aquella
época y un eminente astrónomo y
matemático. Bajo sus órdenes fueron construidas otras madrazas.
En su entrada hay una inscripción que dice: “La inspiración al conocimiento es la deuda sagrada de todos los musulmanes”.
En su interior hay una especie de listado con todos los conocimientos adquiridos por Ulugh-Beg a lo largo de su vida. En la parte superior de la sala hay un bello dibujo de los astros. Este fue un centro importante de estudios astronómicos en Asia Central.
Ya saliendo, vemos a una pareja
que posa como modelos ataviados con trajes típicos del país.
Al otro lado podemos ver la madraza Tilla-Kori que fue construida más tarde por el mismo arquitecto que la de los leones dibujados a lo alto, la Sher-dar. El utilizó el método “Kyndal” por los adornos en oro y es una auténtica maravilla.
Aquí destaca una cúpula azul que
los rusos añadieron más tarde. Aunque su forma es plana en su interior, parece
una cúpula por el juego con el dorado.
Por la noche nos acercamos junto a otros viajeros para
ver el espectáculo de 20 minutos de luz y sonido que hacen en la plaza. Podemos
apreciar los colores azules, amarillos, malvas y rojizos reflejados en estos
magníficos edificios moviéndose al son de la músca mientras escuchamos cantar “Samarkand, Samarkand” a través
de los bafles que hay colocados en la Plaza Registán.
Y es que parece que estemos sumergidos de forma mágica en uno de esos maravillosos cuentos de las Mil y Una Noches...
Las mil y una noches nos transporta a una época dorada de sueños y maravillas. Pero también fue el decorado mágico donde rodó Passolini una de sus películas: la homónima del año 1974.
ResponderEliminarGracias por comentar y recordar a Passolini.
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