Por la mañana contratamos un taxi desde el hotel para que nos llevara al mercado de ganado que había cercano en Osh, el Malbazaar.
Una vez allí, nos acercamos donde se encontraba el barullo de gente. Vimos a lo lejos comerciantes que acababan de comprar alguna vaca o cordero. Otros subían los animales a la furgoneta, algunos esperaban pacientemente a que alguien se les acercara y se interesara por sus animales.
Algunos de los ganaderos retenían con una sola mano las cuerdas de 9 o 10 ovejas. Estas eran enormes, con su abundante lana. Parece ser que por aquí no se acercaban los turistas por lo tanto, nos alegramos de ello.
De repente, ya metidos de lleno entre los animales del recinto, uno de los toros se desbocó y el dueño apenas puede retenerlo así que hubo una estampida y echamos a correr. Una de las ovejas me piso y me quito el zapato de deporte que salió disparado.
Salimos del barullo a duras penas y recuperé mi calzado, menos mal que fue una oveja la que me pisó con su pezuña pues si llega a ser una vaca lo hubiera tenido claro; los animales al ver este toro tan salvaje que se les echaba encima se apartaron asustados a pesar de que los dueños intentaban retenerlos fuertemente sin perder el temple evitando causar un desastre.
Había un cerco vallado donde los hombres (pues no vimos ninguna mujer) negocian los precios de los animales, otros pagan, cuentan el dinero y se dan un abrazo una vez hecho el trato.
Nos encontramos en la sección de cabras y uno de los macho cabríos se dedica a montar las lindas cabritas. Los hombres al verme venir se sonríen contemplando la escena y señalan hacia los animales.
Yo en broma hice el ademán de sacar una foto a las cabras con mi cámara y me dirijí a ellos diciendo “porno, porno” a lo que todos empezaron a reír al unísono como locos.
Los corderos permanecían junto a sus dueños pero en casi todo el recinto había que ir sorteando las heces pues el lugar (un gran descampado) se encontraba a rebosar de tantos animales que había. Una vaca por allí defecando a la espera de su nuevo dueños me mira vigilando que no me acerque demasiado.
Unos animales esperaban tranquilos, asustados o resignados, y es que en los ojos de la mayoría de los animales podemos ver plasmados sus sentimientos, al igual que en las personas.
Un caballo atado me miraba al verme, se puso de lado, receloso, al ver que me acercaba, se dio la vuelta y me alejé porque estaba preparando la patada, creo le estaba importunando con la cámara sin darme cuenta.
Un señor se brindo para que le hiciera una fotografía, al acercarme noté que iba algo bebido pero posó poniendo una cara simpática. A pesar de que en estos países fríos la gente bebe mucho, la mayoría de kirguises suelen ser amables y sonrientes.
Algunos hombres iban ataviados con el kalpak, el típico sombrero kirguís. Le pregunte a uno de ellos si podía hacerse una foto con mi marido a lo que accedio gustosamente.
Francesc posó abrazándose junto a él y posteriormente se dieron la mano. Seguidamente nos preguntó de que país éramos.
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