Desde Vulcano salimos hacia
Lípari con el ferry de las 1050 hrs. Antes de atracar, vislumbramos su puerto y la gran fortaleza con sus muros
españoles del siglo XIII.
Cuando desembarcamos fuimos directamente a la oficina de Liberty Lines a comprar el billete de Strómboli y el expedidor de la taquilla nos recomendó que también compráramos el de la vuelta hacia Milazzo pues siempre se llenan y así lo hicimos.
Nos encaminamos por la calle principal, el Corso Enmanuelle que nos llevaba a nuestro alojamiento, el Gattopardo Park Hotel, un lugar donde relajarse con una bonita piscina, jardines y con vistas a la fortaleza de Lípari.
Aprovechamos que era mediodía para visitar la Ciudadela y su Museo Arqueológico que abarca desde la Prehistoria hasta la época griega y romana. Había un apartado de vulcanología sobre restos encontrados en las islas.
Saliendo hacia los jardines vimos el Anfiteatro y el puerto de Marina Costa y la panorámica de la isla.
Visitamos la Catedral de San Bartolomé con su claustro normando del siglo XI. Todo nos pareció espectacular.
Es la isla de Lípari la más grande la las Eolias y conviven unos 8500 habitantes. A pesar de ser la isla más turística se ve muy tranquila. Bajamos y decidimos tomarnos un "aperitivi" de Aperol Spritz y lo acompañaron con patatas, cacahuetes y pizzetas.
Hacia la tarde, después de un reconfortante baño en la piscina, paseamos por el casco antiguo muy animado y las casas pintadas de colores. Había infinidad de tiendas, restaurantes, panaderías y nos acercamos de nuevo al puerto para sentarnos a ver a los pescadores que llegaban con sus barcas, unos momentos que disfrutamos simplemente viendo la vida pasar…
Era la hora de cenar y elegimos un pequeño restaurante que nos llamó la atención por el menú que se anunciaba, el que tomaba Montalbano, el personaje de la serie policíaca de las famosas novelas de Alberto Camilleri.
Tomamos un pulpo a la brasa y unas sardinas en “becafica” que se comen enrolladas y empanadas acompañado con una ensalada liparesa y de postre cómo no, un “canollo” con pistacho. Nos invitaron a una copita de Malvasía, el típico vino dulce, delicioso final para una maravillosa velada.
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