Uno de mis deseos al viajar a Tanzania era visitar el Parque Nacional de Gombe. Había leído el libro de Jane Goodall “Gracias a la vida” y me cautivó su estudio sobre los chimpancés y el dedicarle toda una vida a ello.
Cuando llegamos a Kigoma, (después de 2 horas de ferry y 13 horas de autobús) desde Mwanza, al día siguiente nos acercamos a la oficina oficial del P.N.de Gombe con un chico nativo que nos ayudó a encontrar el camino.
Una vez allí, nos presentaron a uno de los responsables de la oficina del Gobierno, Khalfán. Nos hizo pasar a una sala después de darnos la mano y nos informó de los costes para llegar hasta Gombe. El alquiler de la barca, los permisos de entrada y la contratación del guía, ascendía a una cantidad elevada de dólares, y bastante más si querías pernoctar en el mismo parque.
Khalfán nos contaba las anécdotas vividas sobre la relación de su abuelo, su padre y el mismo que han mantenido a lo largo de los años con la famosa bióloga la cual dedicó más de 60 años cuidando y observando los maravillosos primates de Gombe.
Nos llevaron primero a una sala para darnos las instrucciones necesarias y nos presentaron a Paulo, el guía que nos habían adjudicado durante esa mañana. Subíamos y bajábamos pues en algunos tramos era un parque bastante accidentado, lleno de maleza y de hojas secas. Nuestro guía iba con el machete cortando la maleza al pasar, incluso en algún momento me ayudaba a subir dándome la mano.
En tan sólo cincuenta minutos de búsqueda con los walky-talkies ya nos encontrábamos observando a los chimpancés. La norma era dejarte a escasos metros de ellos para verlos durante una hora o algo más y sobretodo respetar las reglas.
La experiencia de ver estos animales en libertad en su propio entorno fue muy emocionante. Además, sus gestos eran tan parecidos al ser humano que me confirmaba la creencia de que el hombre desciende del mono. La felicidad me embargaba en esos momentos.
Debíamos llevar mascarilla para no contagiar por si tuviéramos Covid o cualquier otra enfermedad contagiosa pues los primates son tan vulnerables como las personas. Otra de las normas era acercarse sin hacer movimientos bruscos.
Uno de descubrimientos de Jane Goodall fue que para comer cogían los palitos del suelo, les quitaban pacientemente sus ramas e introducían en los orificios donde podían comer hormigas y termitas, enseñándoles a su vez a sus hijos y allí mismo lo estábamos viendo.
En cada comunidad se encontraba un macho alfa, el dominante del grupo y tanto los machos como las hembras son polígamos. Los bebés se balanceaban en las ramas y jugaban entre ellos. Otros dos se estaban peleando y jugando a la vez hasta que uno de ellos se dio un coscorrón llevándose la mano a la cabeza.
El embarazo de las hembras llega a durar unos 8 meses y medio y los bebés son amamantados hasta la edad de dos años. Viven en grupos de 15 a 50 individuos. Paulo nos decía que el más mayor tiene 52 años y se llama Gelin y que llegan hasta la edad de 70 años.
De vez en cuando los chimpancés adultos
nos miraban, sin dar importancia…parece que para ellos no existías. Lo que si
me di cuenta es que había algún que otro observador del parque oficial y ellos
se acercaban a saludarlos, tocaban su pierna a modo de saludo y se iban.
Más tarde al finalizar la visita nos dejaron ir por libre hacia otras zonas del parque y almorzamos en el restaurante del parque… Después de pasar la jornada entera intentábamos asimilar todo lo que habíamos vivido en tan sólo poco más de una hora, sintiéndonos agradecidos por ese maravilloso día.
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