Con el tuck-tuck nos aproximamos hacia Ujiji, a unos 10km de Kigoma. La población de Ujiji es famosa por su historia.
Esta ciudad fue visitada por vez primera cuando los exploradores John Hanning Speke y Richard Burton descubrieron el Lago Tanganika, allá por el año 1858.
Primero pasamos por el Museo dedicado al Dr. Livingstone pero se encontraba cerrado, por lo que optamos bajar a la playa lacustre. Allí observamos a las mujeres y hombres que cargaban agua en grandes bidones de plástico para llevar a sus casas.
Después de contemplar el paisaje, volvimos hacia el museo que ya estaba abierto. Parecía recién inaugurado por el buen estado del edificio. En su interior albergaban tres salas: la Sala Ujiji, la Sala Kigoma y Sala Tanzania.
Mediante viñetas se la historia y explicaba el famoso encuentro entre el Dr.Livingstone y Stanley y la esclavitud de aquella época, cuando dominaban los alemanes.
El Dr. Livingstone fue médico, misionero y explorador británico. Nació en 1814 y fue reconocido como explorador por sus tres expediciones por África, la primera entre 1841 y 1843, la segunda en 1859 y la tercera entre 1866 y 1873 que comenzó en la costa de Mikindani hacia el interior siguiendo el Río Rovuma hasta los lagos de Nyassa, Bangela y Ujiji en el Lago Tanganika.
A través de sus viajes como médico observador, documentó y reportó el entorno natural, la vida de las gentes, especialmente el sufrimiento que vivían los esclavos por la brutalidad con que los trataban.
Livingstone estuvo desaparecido durante un largo período y el gobierno, al no recibir noticias, envió Henry M.Stanley al encuentro del Dr.Livingstone. Después de un largo periodo de búsqueda, finalmente lo encontró en Ujiji. De ahí la famosa frase “El dr.Livingstone, supongo”.
En el exterior del museo hay dos de los mangos que se plantaron del original cuando se realizó tal encuentro. La ruta de los esclavos comenzaba en Ujiji, pasando por Kigoma, Tabora, Dodoma, Bagamoyo, para posteriormente llevarlos a Zanzíbar. Era la época del Sultanato de Omán, cuando los árabes exportaban los esclavos a otras partes del mundo.
Era el lugar ideal para almorzar.
Pedimos un pescado del mismo lago y ensalada, para beber, zumo de mango. Bajo la
sombre de un árbol disfrutamos del paisaje entre aguas cristalinas.
Muy evocador y con estupenda nformación histórica. Me fascina esos paseos por las aldeas más retiradas.
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