La exposición, que se abrió al
público en 1952 mostraba cómo vivían en el siglo XIX y el ambiente que reinaba
en la época.
Durante siglos siempre había una granja en esta colina. Los diferentes edificios que se mostraban han ido variando de forma, tamaño y lugar, de acuerdo con las circunstancias de los granjeros.
Según la tradición de los granjeros del siglo XI, fue Snorri Porffinsson quien hizo construir la primera iglesia en Glaumbaer y obligó el uso de turba como alternativa. Para el armazón y revestimiento de la casa, se utilizó madera llevada al país por las corrientes del mar, así como madera importada.
El museo al aire libre se dividía en varias casas con numerosas salas: la entrada del pasillo, el cuarto de huéspedes, la cocina, la despensa principal, la sala común, herrería y almacén de leña, aparte de otros dos cuartos de huéspedes y la puerta sur.
Después de la visita proseguimos recorriendo los maravillosos parajes del norte cruzando valles y fiordos pasando la noche en Bordeyn.
Al día siguiente iniciamos la ruta adentrándonos en la denominada región de Vestfiroir donde se encontraban los remotos fiordos del Noroeste. Subimos por el flanco oriental de la península para después cruzar las insólitas y poco transitadas tierras altas.
Observamos mientras avanzábamos una orografía distinta al resto del país: playas de arenas claras, fiordos verdes, acantilados más escarpados, montañas más erosionadas, asentamientos aislados y pozas naturales de agua termal donde nos sumergimos en más de una de ellas.
Paramos en uno de las playas más hermosas que vimos en todo el viaje: Rauôisardur era una larga extensión de arenas rosadas y anaranjadas que te hacía caminar hasta el mar admirando el paisaje que teníamos frente a nosotros, ocupando el extremo sur de la península. Azotada por las olas y rodeada de montañas y cascadas era un lugar de belleza singular.
Antes de llegar al alojamiento, nuestro guía y conductor nos llevó Látrabjar, donde abundan los nidos de aves a través de un acantilado y donde se podían ver a los famosos puffins o frailecillos. El punto más largo es Heiáxinn de 441 metros.
Finalmente llegamos al pueblo de Bildudalur donde nos alojamos en un pequeño hotel junto al mar, con su iglesia, colegio y un museo de monstruos marinos.
Esa noche cenamos un buen salmón con verduras y guisantes cocinado por nuestro chef-guía y que estaba delicioso, nada que ver con lo que podíamos encontrar fuera.
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