Llegamos desde Carmelo a la terminal de autobuses de Colonia que nos dejaba a unos
trescientos metros de La posada del Viajero, el alojamiento que hay justo a la
entrada del centro histórico y frente al Río de la Plata.
En el edificio moderno
de Información y Turismo nos dieron folletos y algunas recomendaciones para
visitar.
La antigua ciudad de Colonia
del Sacramento, Patrimonio de la Humanidad desde 1995, nos describe su
apasionante historia a través de sus calles angostas, sus edificios y museos.
En la Plaza Mayor se encuentra el Museo Municipal.
La señora de la entrada
nos sugirió que nos dirigiéramos primero a la Casa de los Azulejos porque la
cerraban antes y donde había expuestos una muestra de azulejos españoles,
portugueses y napolitanos.
En la Casa Portuguesa,
un precioso edificio, se exhibía en la entrada el escudo de piedra que en días
pasados había adornado el Portón del Campo.
También pudimos
apreciar cerámica, porcelana, planos, el árbol genealógico de Manuel Lobo, el
gobernador portugués de Río de Janeiro que puso en jaque el monopolio mercantil
español y que provocó varios enfrentamientos entre Portugal y España.
La ciudad se animaba por
la tarde, donde los bares y restaurantes abundaban. Nos fuimos a la Plaza de
Armas a tomar una limonada en uno de sus cafés…
Subimos
al faro desde donde pudimos apreciar unas magníficas vistas. Mide 27 metros de
altura sobre el nivel del mar, incluso hasta podíamos ver Buenos Aires entre la
pequeña bruma.
Junto al faro se
encontraban las ruinas del Convento de San Francisco. En los dos días que estuvimos, optamos por completar la ruta de Casas Museo de la ciudad.
Muy cerca
pasamos por la bella Calle de los Suspiros, de piedras adoquinas con casas de color rojizo y repleta de plantas.
Son muchas
las leyendas que se cuentan sobre esta calle: una de ellas es que los
condenados a muerte pasaban por aquí exhalando sus últimos suspiros antes
de tirarlos al río por los crímenes que habían cometido. A día de
hoy es una de las calles más fotografiadas de Colonia.
En la Plaza 25 de mayo,
visitamos la Casa de Nacarello, decorada con antiguo mobiliario del 1800,
haciéndonos una idea de cómo vivían en aquella época los pobladores de estas
tierras, gente humilde y pobre.
En la misma plaza
visitamos el Archivo Histórico Regional,
donde se exhibía diferentes muestras de cerámica y vidrios hallados en
los siglos XVII y XVIII, así como diversos mapas.
En el edificio de
origen español, con la escalera original de la casa, se ubica el Museo Indígena.
Habías una amplia exposición de cerámica y materiales líticos como boleadoras,
raederas, puntas de flecha y chorrías, con suelo de madera y mucha luz natural.
Paseamos por la
Costanera viendo sus pequeñas playas, el puerto y las embarcaciones que se
encontraban amarradas. Nos acercamos hacia el Bastión de Santa Rita, lugar de
encuentro para ver la preciosa puesta de sol.
Finalizamos la última jornada con una
cenita en el Restaurante Punta Piedra, ubicado en una antigua casa de piedra de
estilo español. El camarero nos recomendaba la “picada” el plato típico de
Uruguay y que contenía queso provolone, chorizo, morcilla, carne de cerdo y
ternera. Genial para el colesterol!
El buen hombre había
estado viviendo en Roda de Bará y Sitges y nos decía que “parlava el català una
mica”. A veces, el mundo es un pañuelo…
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