29 de abril de 2019

ARGENTINA, LAS MISIONES JESUÍTICAS DE SAN IGNACIO MINÍ

 

Las ruinas se encuentran a tan sólo dos kilómetros del hotel, en el mismo pueblo de San Ignacio, caminando hacia la plaza principal una vez pasada la iglesia. Atravesamos la Calle Rivadavia y divisamos enseguida el complejo a lo lejos.



Una vez pagada la entrada (que sirve también para la misión de Loreto y Santa Ana) podemos apreciar una maqueta del recinto arqueológico, un pequeño museo donde visualizamos unos dioramas y nos adentramos en el bosque.


Las ruinas de San Ignacio Miní son las mejor preservadas de Argentina y pese a ser restauradas, contiene impresionantes ornamentos originales. Desde 1983 forman parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad. La misión se fundó en 1610 ataques constantes de parte de los bandeirantes paulistas.



La misión se estableció en este lugar  en 1696 y permaneció activa hasta  la expulsión de los jesuitas. Las ruinas fueron descubiertas en 1897 y restauradas entre 1940 y 1948. Son un ejemplo excepcional del barroco guaraní. En su época de esplendor llegaron a tener una población de 4000 personas.



Los guaraníes que pudieron empezar una nueva vida en las misiones (después de sufrir las crueldades de los conquistadores), recibieron numerosos beneficios como seguridad, alimento y posibilidad de prosperar. Se redujo la tasa de mortalidad y las poblaciones crecieron con rapidez. 


De las 30 poblaciones que existieron en su máximo esplendor entre Argentina, Paraguay y Brasil, llegaron a existir más de 100000 indígenas.



El recinto principal consistía en una gran plaza central que dominaba la iglesia y el colegio, también los talleres y almacenes. Existía también el cotiguazú, donde vivían las viudas, huérfano y mujeres solteras abandonadas. Disponían de sala de música y un huerto.




En el cabildo habitaba el líder guaraní electo. Lo que más perduró en  las misiones fue el arte en forma de música, arquitectura, danza y pintura.


Nos acercamos hacia las Misiones de Loreto y Santa Ana, más salvajes, apenas restauradas pero tienen encanto situadas en medio de la selva y  todo parece más enigmático y místico…



Por la noche asistimos a un espectáculo de luz y sonido en la Misión de San Ignacio Miní. Un señor nos acompaña con linterna y nos dibuja una línea imaginaria para que nos paremos en ese punto.



A los pocos minutos empieza el relato en guaraní con la imagen de un indio plasmada en un árbol, continúa su discurso en castellano y a medida que vamos avanzando aparecen nuevas imágenes con difusores de agua. Se aprecia mucho mejor cuando éstas se plasman en las piedras.



El indígena nos sigue explicando cómo se formaron las misiones, cómo se organizaban y el declive de ellas. El espectáculo dura unos 45 minutos. Quizás lo más fascinante fue poder observar las estrellas, en medio de la oscuridad que se veían increíbles, fue algo mágico.

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