Hoy nos viene a buscar Amena la guía oficial que contactamos en Duhok para llevarnos a visitar el templo del Shekan.
Es el santuario donde los yazidíes peregrinan durante una semana (del 7 al 13 de octubre) en la festividad del Lam.
Los yazidíes son una comunidad que data del año 5000 antes de Cristo, por lo que podría ser una de las religiones más antiguas del mundo. Es una mezcla de paganismo, zoroastrismo, cristianismo e islamismo.
Cuando llegamos nos recibe un voluntario del tercer rango el más alto de los 3 niveles que hay.
Antes de entrar en el recinto nos descalzamos pues hay que ir descalzos o con calcetines pero al haber llovido se nos mojan los pies y se enfrían rápidamente al andar por la losa.
Entramos en el santuario de piedra y Lucas nos explica que ellos creen en Maluk Tous, simbolizado por un pavo real, uno de los siete arcángeles que Dios obligó a postrarse ante Adán. El Ángel lo rehusó diciendo que no lo consideraba una divinidad. Dios entendió el argumento y éste superó la prueba.
Desde entonces los yazidíes adoran al Ángel caído que en otras religiones lo consideran como Satanás.
El acceso al santuario se realiza por una puerta de piedra con un relieve de una serpiente negra que según la leyenda, tapó un agujero que se hizo en el arca de Noé, salvando a la humanidad de ahogarse.
Traspasamos el dintel que no se puede pisar y entramos en varias de las galerías.
En la primera hay unas cintas de seda de 7 colores que representan los 7 arcángeles. Atravesamos otra puerta y todo se torna oscuro. Parece que entramos en una caverna de hace miles de años.
En ambos lados de las salas hay unas vasijas para acumular el aceite del encendido de las antorchas. En una de ellas encontramos la tumba del eremita que fue profeta de esta religión, el jeque Adi Ibn Musafir, místico sufí que en el siglo XII se estableció en este valle y enseñó los preceptos religiosos del yazidismo.
Seguimos un ritual de dar tres vueltas alrededor de su tumba meditando un deseo. Otro es lanzar una tela para quedarse encima de una piedra y formular el deseo: yo lo hago a la primera. Francisco lo intenta tres veces y no lo consigue.
Al menos, una vez en la vida, los yazidíes tienen que hacer una peregrinación de seis días para visitar su tumba.
A la salida entran mujeres ataviadas con pañuelo blanco y me parece ver una imagen del Antiguo Testamento. Besan el adil agachándose.
Como hace frío Lucas nos invita a sentarnos junto al fuego que hay en el patio. Un amigo suyo nos va filmando mientras nosotros estamos en plena charla.
Una vez se despide de nosotros, paseamos con Amena por varios de los recintos que se encuentran en plena naturaleza.
El lugar es tan bonito y mágico que nos parece haber vivido un sueño.
Volviendo hacia Duhok charlamos sobre su futura vida en Alemania y nos vamos despidiendo, después de con estar ella dos días intensos.
Al final me da un abrazo que me llega al alma pues entre nosotras ha habido un feeling especial y se ha abierto con nosotros contando muchas historias personales, por ejemplo sobre lo sucedido con el ISIS y su familia entre otras cosas.
Una frase que me quedó grabada y que me impactó fue: “De 26 años que tengo, 16 los he pasado entre guerras”.
Ahora le toca vivir su propia vida y se quiere ir a Alemania a trabajar y vivir con su novio, también iraquí, aunque sus padres no estén de acuerdo en que se marche.
Es una niña adorable con la que no pienso perder el contacto...
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