6 de mayo de 2002

JORDANIA : LLEGADA A AMÁN

 

Hoy salimos desde Wadi Musa con un servi- taxi hacia Amán, la capital de Jordania. El trayecto duró unas tres horas a través de una carretera semidesértica que se asemejaba más bien a una autopista.



Fuimos acompañados de otra pareja americana que no nos dirigió en todo el camino la palabra. Paramos en medio de la carretera para tomar algo. Era un bar donde sonaba música de Kylie Minogue a toda pastilla. Era una sensación extraña, música de Occidente en medio del desierto. Ya tenía ganas de cambiar de aires.



Llegamos a Amán y nos dirigimos al Palace Hotel, se encontraba en pleno centro de la ciudad. Nos alojamos en una habitación sencilla pero cómoda, tenía un balcón que daba al exterior y que era mejor evitar pues el ruido de coches era un poco agobiante.



Nos encontrábamos justo en la Mezquita de Hussein y a unos pasos del anfiteatro romano. 



Amán era una ciudad poco turística, una ciudad de paso y aquí se empezaba a sentir el bullicio de los bazares. Miramos tiendas y poco a poco nos adentramos en el ambiente. Después visitamos el famoso anfiteatro, muy restaurado, rodeado de jardines y columnas que se alzaban en forma de avenida donde los jordanos solían pasear a lo largo de ellas.



En Amán la comida era barata pues comparada con Petra, al ser mucho menos turística pudimos pagar 1/3 parte de lo que costaba en la ciudad de Wadi Musa, así que nos a centramos en un restaurante donde hacían pollos al estilo a l’ast o parecido. Te lo servían entero como una especie de picantón gigante sin trocearlo ni nada. Debajo del pollo había una masa de pan donde todos los jugos quedaban concentrados del pollo. Al final nos salía pollo por las orejas pero estaba buenísimo. Iba acompañado de una ensalada refrescante de tomate pepino especias y cebolla.

La gente que comía en el local no paraba de mirarnos pues éramos los únicos turistas. La carta se encontraba en árabe, menos mal que había foto de cada plato así que hacer el pedido sólo tuvimos que señalarlo. Al traer el camarero la cuenta, Francisco alucinó de lo barato que era.

A pesar de ser una ciudad bulliciosa y llena de coches, Amán tiene su propia personalidad y se podía pasear con aire relajado.

Después de poner nuestros correos al día en un cyber café, nos acercamos al Tourist Bar. Tomamos algo de beber y fumamos narguile, la típica pipa de agua.



En la terraza había dibujadas las banderas del mundo y enseguida identificamos la nuestra, la española, se encontraba justo encima de la cabeza de Francisco. Este bar era un lugar muy cosmopolita y agradable para conversar con otros viajeros y contemplar la vida pasar.

4 de mayo de 2002

JORDANIA : PETRA, LA CIUDAD DE LOS NABATEOS

 

Esta mañana estuvimos visitando por primera vez a la luz del día el Siq, el tesoro y el monasterio. Para llegar hasta allí hay que subir unos 800 escalones. Es la parte más alejada de la ruta principal y merece la pena. Subiendo a tu propio paso merece la pena pararse a hacer fotos del paisaje.



Vimos algún turista que subía con burro, otros lo hacen a pie como nosotros. Creo que así es la mejor forma porque puedes pararte mientras ejercitas las piernas.



La tierra era de una gama increíble de tonalidades. Del rojo al amarillo pasando por el marrón, beige y terracota.



Una vez llegas a la cima, puedes tomarte un té sentada dentro de una jaima. 




El té con menta estaba riquísimo y se agradecía. Llegué con las mejillas sonrojadas al estilo “Heidi” por el esfuerzo realizado.



Estamos sentados, rodeados de cojines y disfrutando de la magnífica vista del Monasterio de piedra de Al-Dayr.



A unos cientos de metros más allá del monasterio pudimos contemplar las montañas que nos rodeaban, el desierto, en la lejanía. 



La excursión había sido muy completa, unas 7 horas de ida y vuelta aproximadamente.




Más tarde al llegar al hotel descansamos un poco y por la noche salimos a cenar a un restaurante donde ofrecían la típica cocina del desierto: arroces especiados con cordero y en la veleda estuvimos escuchando música beduina. 



Al día siguiente visitamos el altar del sacrificio que se encontraba a unos 1000 m de altura desde donde podíamos divisar los templos que habían más allá con sus tumbas reales, unas al lado de otras.



En la montaña se encuentran los guardianes que con sus trajes blancos custodian medio ocultos por las sombras los féretros de los antiguos nabateos. El calor era sofocante pero seco así que apenas sudábamos. Pudimos ver al otro lado el pueblo de Wadi Musa en el valle.



La vista era preciosa. Nos hemos pasado más de 1 hora entera leyendo, contemplando el paisaje y haciendo fotografías sin nadie que nos molestara. 




Aquí, la roca y la arena son rosadas, casi rojizas, me recuerdan a la sangre que debían derramar los animales que en su día sacrificaban.




Al bajar, nos encontramos a unos niños que paseaban con su burro y un pequeño vino a regalarnos una  piedra de colores que la tengo guardada como si fuera un pequeño tesoro.



La niña iba con ellos  quiso que le fotografiáramos con el camello que llevaba.



La hospitalidad de la gente y la inocencia de los niños te incitan a viajar más. Cada vez estoy más convencida de que la vida en si es un viaje continuo donde lo importante no es el destino sino el camino que uno recorre. Es una frase que leí en algún libro pero que se convirtió en mi lema.




Bajo un sol de justicia nos dirigimos hacia las tumbas. Quizás sería bonito recorrerlas en camello pues hay bastante distancia pero optamos por ir a pie para ir parando donde nos plazca.



Esta noche compramos postales para la familia y fuimos a escribirlas a un bar con terraza para tomar algo. Podíamos escuchar música, era un lugar idóneo.



En las tiendas vendían unas botellas pequeñas de recuerdo con dibujos de arena natural de diferentes colores muy bonitas.


2 de mayo de 2002

JORDANIA : EL CAMINO HACIA PETRA

 

Son las 15:00 h de la tarde y estoy sentada en un restaurante de carretera en el mismo camino hacia Petra, la ciudad de piedra esculpida en la roca y que es Patrimonio de la Humanidad.



Para llegar a Wadi Musa, el pueblo más cercano a la zona arqueológica, tuvimos que viajar durante unas tres horas desde que llegamos al aeropuerto de Amán y ha merecido la pena. Llegamos de las 2:00 h de la mañana a la capital de Jordania y tuvimos que esperar unas 3 horas en el aeropuerto para poder conectar con el primer autobús que salía hacia Petra. Así no teníamos que ir a dormir a la capital. A las 5:00 h de la mañana ya nos encontrábamos en la estación, aún era de noche y hacía un frío que pelaba. Íbamos en manga corta creyendo que haría un calor sofocante pues nos encontrábamos en el desierto y no nos percatamos que por la noche bajaba la temperatura bastante. Aguantamos el tipo sacando una de las camisas de la mochila y así paliamos el frío.



Junto a la estación había una mezquita y el muecín empezaba a cantar plegarias desde el minarete de buena mañana.



No había ningún chiringuito así que esperamos sentados junto a una columna. A eso de las 5:30 h de la mañana pudimos marchar con un colectivo que ya venía con 3 ocupantes más. Como estábamos muertos de sueño intentamos dormir un poco pero fue imposible pues el asiento no tenía respaldo para apoyar la cabeza. 




Detrás nuestro viajaban un abuelo con su nieto que no dijeron ni mú en todo el viaje. Delante junto al conductor, había un tipejo que no paraba de rezar en una hora entera de reloj. cuando terminó, las dos horas restantes se las pasó conversando todo el rato con el conductor y en voz alta, así que fue imposible conciliar el sueño.



Para distraernos e intentar despistarnos de tan privilegiada voz contemplamos el paisaje, un desierto pedregoso y de tierra seca con montañas alrededor punto solo la carretera rompía esa monotonía de colores rojizos y arenosos.



Toda la carretera iba en línea recta y era una franja estrecha que atravesaba el camino de piedras y polvo. Llegamos rotos las 9:00 h de la mañana y nos alojamos en el Petra Moon Hotel, cercano de la ciudad de los nabateos.



Quisimos descansar unas 3 o 4 horas pues ya tendríamos tiempo para visitarla en los 3 días. Después de un descanso reparador fuimos a comer un “Pilav” delicioso y té.



Con la barriga satisfecha caminamos hacia el pueblo de Vaadi Musa que se encontraba a unos 2 km de la zona arqueológica. Más tarde nos acercamos al recinto de Petra para informarnos del precio de las entradas.



Esa misma noche empezamos asistiendo al espectáculo nocturno de luz y sonido en el que se sigue un trayecto hacia la zona del tesoro, un buen comienzo y una toma de contacto al caminar por la noche entre las piedras. Estas grandes aberturas se realizaron hace muchísimos años por los nabateos que las aprovecharon para canalizar el agua que bajaba de las montañas.



Después de la visita nocturna con té incluido, música árabe en directo y tras seguir un camino guiado por una garganta tan sólo iluminada con velas en el suelo, el lugar donde te dirigen se tornó mágico. El guía local nos explicó en un inglés impoluto la historia de Petra y sus habitantes. Era impresionante saber que una población viviera en este maravilloso lugar pues la belleza de sus templos, tumbas y la naturaleza que la rodean, la hacen única.