En nuestro tercer día en Siria visitamos Maalula, una pequeña población con casas pintadas de azul con dos importantes conventos cristianos ortodoxos.
El vehículo en el que viajábamos de Damasco a Maalula (que se encontraba tan solo a una hora en autobús), iba todo adornado con colorines como si fuera una guagua y lucía unas cortinillas rizadas en su interior.
Conocimos a una señora que vivía en el pueblo y nos dijo que pasáramos por su casa, que estábamos invitados a tomar un té pero le dimos las gracias informándole que si nos daba tiempo iríamos a visitarla.
Ella venía de renovarse el carnet de identidad y el de sus 7 hijos. Se había trasladado a la capital para el papeleo y aunque no hablaba inglés se hacía entender con señas. La verdad es que me abrumaba y nos chocaba que nos invitaran a sus casas sin conocernos apenas.
Con el trabajo que debería tener con siete hijos, no quisimos ir finalmente. La visita a los monasterios fue sido curiosa y a pesar de ser construcciones nuevas, los dos monasterios se encontraban conectados a través de un pasadizo.
Se esculpieron entre las rocas y el paisaje era totalmente bíblico. En este lugar hasta hace bien poco se hablaba la lengua de Jesús, el arameo. Pasamos después de visitar los monasterios por un pequeño camino acompañados de un señor. Se asemejaba al desfiladero de Petra pero en pequeño.
El paisaje de desierto y montañas con algo de vegetación y los olivos al fondo me recordó a los que había en la provincia de Jaén en Andalucía. Aquí también se produce buen aceite de oliva virgen.
Después de ver monasterios ortodoxos, mezquitas de chiítas y sunitas, llego a la conclusión que este es un país donde las religiones confluyen sin problema y saben convivir en armonía sin conflictos.
Caía la tarde y volvimos hacia la capital y nos acercamos al barrio cristiano donde las chicas iban vestidas al estilo occidental y maquilladas. Incluso habíamos visto anuncios de espectáculos de varietés que hacían en teatros con cierto tono erótico. Lo anunciaban en unos paneles muy al estilo del Molino del Paral.lel en Barcelona.
Volviendo hacia la Gran Mezquita de los Omeyas, se nos acercó un guía de Damasco, hablaba muy bien el español. Estuvo viviendo en Denia durante tres años, era profesor de Secundaria y estudiaba en la Universidad de Damasco. Se llamaba Ahmed Hassan.
Curiosamente le comentamos que habíamos conocido a un sirio en Barcelona que tenía una tienda de pastelillos orientales y que a través de la Asociación Amu Daria había dado alguna conferencia sobre su país. Al decirle el nombre resultó ser amigo suyo, así que cuando volvamos a Barcelona le daremos noticias frescas de su amigo.
Cenamos en uno de los restaurantes preferidos junto a la gran mezquita.
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