12 de mayo de 2002

SIRIA : LA HERMOSA PALMIRA

 

Nos encontrábamos en la bella Palmira, en pleno desierto. También es llamada la “ciudad de las palmeras” o como la llaman los árabes “Tadmor”.



Nos alojamos en el Hotel Palace, modesto establecimiento donde nos recibieron con té azucarado y nos invitaron a cigarrillos. Nos informaron también de los precios de las diferentes excursiones y entradas a los templos.



Desde la habitación podíamos apreciar a lo lejos el oasis con sus palmeras. Nos gustaba este lugar alejado del mundanal ruido de las ciudades. Dimos una vuelta por el palmeral.



Volviendo al hotel conversamos con Imad, el recepcionista y nos dijo que la semana anterior se acercó el escritor de la guía Lonely Planet para pedir información y nos enseñó la tarjeta que le dio.



Comprobamos que coincidía el nombre con el de nuestra guía. Se llamaba Andrew Humphrey y le enseñamos una foto suya que había publicada en la guía. Se echó a reír, parece ser que en principio los guías de la Lonely Planet empiezan a preguntar precios y piden información de todo sin alojarse pues van a los mejores los hoteles a dormir.



El recepcionista nos explicó que este era un hotel familiar pues pertenecía a su tío y que con motivo de la caída de las Torres Gemelas en New York, se había retrasado la última edición del libro sobre Siria.



Salimos a dar una vuelta y fuimos a tomarnos un café para despejarnos. El camarero nos trajo unos dátiles para acompañarlo pues al salir esta mañana solo tomamos un zumo natural de naranja en uno de los puestos callejeros.



Después fuimos a ver el recinto arqueológico de Palmira, a pleno sol pero la ventaja es que no había nadie, queríamos pasar el rato solos y fuimos paseando sin prisas, buscando la sombra.



Caminamos a través de las columnas que magistralmente aún permanecían en pie. ¡Qué maravilla! Los beduinos se acercaban para vendernos algún souvenir pero de forma discreta, sin molestar.



Más tarde se nos acercaron unos hermanos, cuatro chicos y una chica. Comprendían edades entre los cuatro y doce años. Tenían mucha gracia posando para las fotos.



La nena se nos ofrecía como modelo, tenía unos hermosos ojos verdes pero al fijarme en su linda carita tenía una cicatriz bastante importante. Al preguntarle qué le había pasado señaló a su hermano pequeño indicando que había sido él pero con una amplia sonrisa en los labios. 

Antes de ponerse el sol y un poco exhaustos debido al calor nos acercamos al bazar para cenar. Los camareros llamaban la atención anunciando con la simpatía que les caracterizaba los menús.



Al llegar al hotel, Imad, con su inglés incipiente, nos presentó a su tío el dueño del hotel. Este tenía seis hijos y a pesar de tener la edad de Francisco parecía que tuviera 50 años. Al preguntarle sobre su mujer y el trabajo que daban tantos hijos nos dijo que él ya había cumplido y que se quedó tan pancho.

Imad tenía 25 y estudió hasta los doce años, empezó trabajando de electricista y decorador. Casado también con dos hijos, estuvo haciendo el servicio militar durante 2 años y medio en el Líbano cuando la guerra. A la vuelta se puso a trabajar con su tío, al cuidado del hotel con una vida mucho más sosegada. Es un chico agradable y dulce. Nos había echado en falta al ver que no aparecíamos en todo el día y es que éramos los únicos huéspedes del hotel…


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