La Guayana Francesa es un departamento de ultramar y una región ultraperiférica de la Unión Europea que se ubica en la costa norte de América del Sur, entre Brasil y Surinam, limitando al norte con el Océano Atlántico.
Nuestro avión de vuelta desde Guadalupe a Barcelona hacía escala en Cayena y teníamos unas horas para visitar su capital.
Contratamos a un taxista para que nos llevara hacia el centro de la ciudad y poderla visitar unas horas. Cayena parecía una de esas ciudades que pertenecen al pasado, adormilada en el tiempo.
Sus anchas calles con casas coloniales en madera, me hacía recordar los barrios del colonialismo francés en Vietnam y Laos del sudeste asiático con poca gente paseando, tan sólo algunos colegiales vestidos de uniformes saliendo de sus colegios, pocos coches, algún restaurante con terrazas ubicadas en sus porches, donde la vida pasaba de forma tranquila.
Dejamos en uno de sus bonitos edificios las mochilas pidiendo si podíamos dejarlas para luego venir a comer así que nos las guardaron sin problema. Era el hotel restaurante Les Palmiers, donde los turistas y expatriados se reunían y disfrutaban comiendo y charlando.
Nos fuimos primero hacia el fuerte ubicado en una loma, subimos unas cuantas escaleras y allí se encontraban unos niños jugando en uno de los bastiones que miraban a la ciudad.
La vista desde aquí era magnífica, con el río Cayenne de fondo uniéndose al mar. El Fort Cépéron era una fortaleza que protegía la ciudad de Cayena. Su nombre pertenecía a un célebre jefe indígena que cedió la tierra.
El fuerte era de madera original y se construyó en 1643. El francés Charles Poncet de Brétigny, se unió a los primeros pobladores de la Guayana Francesa y posteriormente compró a los indios la colina en la desembocadura del río.
Con el paso de los años se introdujo la esclavitud entre los indios pues Charles Poncet de Brétigny era un tirano. Pero los indios se rebelaron y destruyeron la colonia francesa.
Posteriormente el fuerte fue transformado de madera a piedra, incluso su nombre se cambió a Fort Saint Michel. Se convierte entonces en bastión, con el fin de defender la ciudad de posibles ataques desde el otro lado del río.
Debajo del fuerte la poblacion comienza a expandirse. Fort Cépéron pasará a ser según los comienzos de conflictos, holandés, inglés o francés.
A principios del siglo XVIII se quemó el fuerte, así como su pueblo, del que sólo quedan tres edificios en ruinas.
En 1864 fue el fuerte Cépéron fue abandonado. Pero tuvo múltiples apariciones y también se utilizó como depósito de agua en 1867. Durante la primera mitad del siglo XX, se instaló un reloj público para indicar la hora a los habitantes de Cayena.
Fue restaurado en 2016 para que nadie olvide la importancia de este lugar catalogado como monumento histórico del centro de Cayena.
Saliendo del fuerte visitamos la plaza de las palmeras, con numerosas palmeras reales plantadas.
En uno de los edificios encontramos el Museo de Cayena ubicado en una bella casa colonial.
Dimos una vuelta por diversas calles y posteriormente nos fuimos a comer pues el mercado se encontraba cerrado y la zona de playa quedaba muy demasiado lejos.
Tomamos un plato típico criollo con gambas, accras, (unos buñuelos riquísimos) y ensalada con pollo y salsa de cóctel muy sabrosa.
El restaurante se ubicaba en una bella casa colonial de tres plantas con terraza en su parte posterior.
Delante en el porche tomamos café. Arriba se encontraban habitaciones y había unos dibujos de estilo antiguo muy bonitos.
A las tres y media de la tarde nos esperaba el taxista para devolvernos al aeropuerto. Nos dieron ganas de volver para conocer con más tiempo este interesante rincón del mundo, quizás en una próxima ocasión.