Saliendo del alojamiento, fuimos a buscar los vehículos que llevaban a Gross Islet.
Cogimos uno de los minibuses que ya iba casi lleno y se puso en marcha enseguida. Había caravana pero en unos 40 minutos llegamos a nuestro destino.
Nos bajamos del autobús y caminamos una media hora por una gran avenida de grandes almacenes y restaurantes llegando a la playa.
Era la Red Beach, una hermosa playa de aguas serenas y arena dorada. Se podía ver la bahía adornada de barcos y una hermosa vista de la Isla Pigeon al lado contrario.
Cogimos unas tumbonas y una sombrilla por 40 dólares caribeños. Regateamos el precio, la calor era intensa y sin sombrilla no podríamos estar ni media hora.
Paseamos un rato largo por la playa y nos pusimos en marcha para ir caminando hacia el otro lado de la bahía, en dirección a Pigeon Island, bordeando la costa desde Gros Islet.
Atravesamos el pueblo que tenía su gracia con casas pintadas de alegres colores y bastantes restaurantes.
La isla Pigeon es uno de los puntos de interés más bellos de Santa Lucia. Es realmente una zona histórica que ha cambiado de forma significativa a lo largo de los años.
Pigeon Island fue en su día eso: una isla, hasta que en 1971 se unió a la parte norte de la ciudad mediante una calzada.
Es un islote de 160 m² situado en la región norte de la isla. Son dos picos que poseen una parte histórica con numerosos fuertes, tales como un fuerte británico del siglo XVIII y el Fuerte Rodney, ambos utilizados por los británicos para espiar a los buques franceses de la vecina.
En 1979 se declaró parque nacional (Pigeon Island National Park) y de nuevo en 1992 se convirtió en un monumento nacional. Hoy la Isla de Pigeon es la sede principal del Festival de Jazz de Santa Lucía.
En la misma playa había un resort con playa privatizada y nos fuimos a dar un baño donde había unos árboles con sombra.
Eran aguas transparentes y de blanca arena, de gran belleza. Después de un buen rato nos volvimos hacia el pueblo y nos quedamos a comer en un chiringuito donde hacían cocina criolla.
Junto a nosotros había pequeños grupos de lugareños y algún turista que pasaba el día entero de excursión.
Antes de volver hacia Castries, paseamos por el pueblo bajo un calor de justicia y nos sentamos junto a la sombra de un árbol para contemplar la hermosa vista de la bahia...
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