Cogimos un ferry que nos llevaba de Hong Kong a Macao. Era un turbo-jet que te trasladaba en una hora y diez minutos. Desde el puerto, un autobús el número 3, nos dejaba en el centro, cerca del hotel.
Macao es una región autónoma de la costa sur de la China continental. Fue un territorio portugués durante 450 años hasta 1999 y tiene una mezcla de influencias culturales.
Nos alojamos en el Metropole. Después de hacer el check-in nos fuimos a dar un paseo por la ciudad y caminando por su calle principal vimos que estaba plagada de joyerías.
En el centro histórico se encontraba la plaza Largo do Senao, con edificios emblemáticos alrededor destacando la Casa de la Misericordia, de color blanco.
Bajando el largo, en una esquina nos encontramos la iglesia de Santo Domingo, una bella fachada de color amarillo, típica de una iglesia portuguesa del siglo XV.
Seguimos subiendo entre el bullicio de la gente en dirección a las ruinas de Sao Paulo. Los vendedores nos iban ofreciendo todo tipo de comida, dulces, cortezas de cerdo lacado como fiambre... etcétera.
Una vez llegamos a las escaleras de la iglesia de Sao Paulo, que a un lado estaba ajardinado, el jaleo era mayor.
Todo el mundo se hacía fotos delante de la imponente fachada que era lo único que quedaba de la antigua iglesia. Al otro lado se veía la ciudad moderna.
Detrás de su fachada se ubicaba el Museo de Arte Sacro y visitamos su cripta.
Desde una parte de la muralla nos acercamos al pequeño templo Nat Cha. Aquí ya se respiraba tranquilidad.
Siguiendo la muralla, bajamos por una calle de flores donde todos se paraban para hacerse fotografías.
Visitamos un Centro Cultural, era la Cinacoteca, donde exhibían películas filmadas en Macao.
Nos perdimos por sus calles estrechas y encontramos unas casas de colores, tiendas de antigüedades y otras tipo hipster.
La calle Erbolarios estaba decorada con bolas transparentes y aparecía enmarcada la entrada y salida de la misma.
Bajando hacia el Largo, fuimos a buscar la mansión Lou Kao, de finales del siglo XIX, bellamente decorada aunque su fachada era bastante austera. En su interior había mobiliario antiguo y estaba decorado con plantas y flores.
En muchas de las calles del centro de la parte histórica sus muros se decoraban con mosaicos azules y el pavimento era de empedrado en blanco y negro como en Lisboa.
Entramos en la Sé, la catedral. Vimos su interior y nos fuimos a cenar al restaurante "Galo” disfrutamos de la gastronomía portuguesa aunque fuera caro, pero nos dimos el gusto.
Tomamos un bacalhau á Brás, un plato típico y por la noche nos fuimos al Gran Casino Lisboa.
Se encontraba dividido entre dos edificios: uno antiguo con forma de globo y el otro justo al lado se el edificio dorado más visible de la ciudad.
Fuimos a los dos y alucinamos con la cantidad de gente que vimos jugando y estaba prohibido hacer fotografías.
El interior era de lujo, alfombras, mármoles en algunos pavimentos, granito, cerámicas, baldosas de colores, lámparas de cristal...
No me pude resistir e hice algunas fotos prohibidas. El negocio del juego en Macao es siete veces mayor que el de Las Vegas.
En una de las islas adyacentes a Macao, en concreto la isla de Taipa, había más casinos descomunales con temática de lugares emblemáticos como la torre Eiffel, la ciudad de Venecia con góndolas donde podías dar un paseo. No fuimos por falta de tiempo aunque tampoco nos entusiasmaba el ir a verlo.
Chinos y otros extranjeros vienen a diario en masa a jugar su dinero. Nos resultó abrumador y estúpido la forma de perder dinero. En el resto de China no está permitido el juego a esa escala.
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