Desde Grand Popó, asistimos a una ceremonia de vudú del Zangbeto, un ritual de celebración a los muertos para que su espíritu vaya tranquilo al cielo.
A los Zangbetos les llaman los vigilantes de la noche porque son como policías que rastrean en busca de ladrones y malhechores. Son protectores de la gente y lo que presenciamos hoy ha sido único.
Julien vino a buscarnos a eso de las 3:30 pm y caminamos con él unos 2 km a pleno sol por un precioso sendero de tierra roja, palmeras y manglar. Era un camino tranquilo, relajante, donde solo pasaban motos de vez en cuando.
Al llegar al poblado de Hounsoukové, vimos la desembocadura del Río Mono.
La gente iba llegando poco a poco y me entretuve mientras empezaba la fiesta a hacerles unas fotos a los allí presentes. Había unos niños que se encontraban sentados en una barca. Eran dos gemelos vestidos igual.
Fotografié también a unas mujeres que iban ataviadas con vestimentas de vivos colores, a juego con sus pañuelos.
La plaza del pueblo era preciosa, había un árbol gigante justo en el centro y al lado una escultura, la protectora del pueblo. Había asientos de piedra para que los del pueblo presenciaran la ceremonia. Unos niños jugaban con la música, luego fueron sustituidos por los percusionistas de verdad.
Las mujeres comenzaban a bailar al ritmo de la música así que la fiesta se daba por empezada con mucha gente reunida en la plaza.
De pronto apareció el primer Zangbeto realizado con una especie rafia en colores verdes, naranjas y granates.
Empezó a dar vueltas alrededor de la plaza a un ritmo trepidante, acompañado de un guía que con unos palos le iba indicando el camino para que no se saliera del recinto.
A veces había que apartarse para dejarlos pasar pues ellos no paraban, iban arrasando.
Julien nos comentó que él fue durante 30 años participante de los Zangbetos. Son sociedades secretas de vudú con adeptos, iniciados y sus jefes.
En un momento de la ceremonia y la insistencia persistente de los tambores, el líder espiritual rompió una botella de vidrio y la mezcló con polvo blanco machacándola.
Se lo dió de comer al Zangbeto mientras bebía vino de palma y lo expulsaba hacia él para darle de comer y beber.
Estas ofrendas se hacían en honor a una mujer de 95 años del pueblo que acababa de fallecer y al realizar esta ceremonia, pasaba del purgatorio a estar libre en el cielo.
El guía espiritual se nos acercó (el que había machacado los cristales con el polvo) nos lo enseñó y se cogió un puñado tragándoselo.
Lo mejor vino cuando sacrificaron una gallina para ofrecerla al Zangbeto y en vivo y en directo la estranguló y le mordió en el cuello para extraerle la cabeza con su boca.
No me lo podía creer lo que estaba viendo, empezaba a desangrarse y éste lo colocó en un vaso. Se le ofreció al Zangbeto por debajo de sus faldas de rafia y al cabo de dos minutos esta gallina recién sacrificada, la devolvió recién cocinada y la ofrecieron a los allí presentes. Llevaban un hornillo dentro o fue realmente...¿magia?
El punto culminante vino cuando levantaron el Zangbeto y allí dentro no había nadie. Eso significaba que el espíritu de la difunta ya había marchado, realmente era una ceremonia de vudú.
Finalmente el líder se dejaba atar por unas cuerdas y unas hojas y pasó por el público para pedir dinero etcétera.
También en una de las danzas, surgía un mini-Zangbeto del Zangbeto grande, el de los cuernos.
Una fiesta funeraria que duró unas tres horas y que será difícil de olvidar por lo allí acontecido...
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